Las tribulaciones de Torreón
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Las tribulaciones de Torreón
Estuve en Zacatecas un día y medio. Visité una buena librería y compré el libro de Carlos Velázquez “El Karma de Vivir al Norte”. Lo empecé a leer y no pude soltarlo, fue de un tirón su lectura. Para quien no conoce al escritor sólo le digo que es torreonense y que es uno de los más exitosos de Coahuila. Tres libros ha publicado y los dos primeros recibieron elogios de varios críticos de la Ciudad de México.
“La Biblia Vaquera” fue su primera obra con la que inauguró un estilo que le ha rendido frutos.
En el libro que mencioné hay una descripción clara y vertiginosa de lo que ha sido la vida cotidiana en Torreón durante los últimos 10 años.
Una ciudad humillada por la violencia cotidiana y, sobre todo, por la imposibilidad de ignorarla o de crearte una isla, ni siquiera en tu propia casa. Velázquez llega a decir que uno de los mejores acontecimientos que le sucedió a la ciudad fue el triunfo de “El Chapo” Guzmán sobre los Zetas: todo se tranquilizó; la droga seguía circulando pero sin matanzas.
Esto yo ya lo había escuchado en Chihuahua. Me decían que desde que los “Chapos” expulsaron a los otros sicarios llegó la paz. Claro que no trato de justificarlo, sino de mostrar qué tanta violencia sufrió Torreón como para que pudiera definirse a una parte del crimen organizado como menos malo que el otro.
Carlos Velázquez, en una narrativa vehemente envuelta en un vocabulario vigoroso, platica lo que vivió esta ciudad a manos de políticos inmorales y delincuentes sanguinarios. Habla de un asesinato de 24 personas, de otro de 40, de varios con decenas de muertos que nunca aparecieron en los periódicos ni los comentó la televisión. Cuenta de una manera patética, tristísima, un episodio en que se lamentó el haber llevado a su hijita de seis años al cine y luego haber enfrentado a un “taxista-sicario” que olía a sangre y que estuvo cerca de acabar con ellos dos. Tras lo cual, luego de acostar a su nena, lloró horas y horas la desventura de haber estado a milímetros de la muerte y el desmembramiento (el chofer gozaba abriendo cadáveres…).
En una cosa no estoy de acuerdo: él sostiene que Torreón era la más desdichada de las ciudades mexicanas. No lo creo. Torreón está en la lista junto a Nuevo Laredo, Victoria, Piedras Negras y Matamoros (Coahuila y Tamaulipas). Y Velázquez no se tapa la boca, menciona nombres: aparece Felipe Calderón junto a Humberto Moreira. Y un capítulo se cierra diciendo que el Gobernador no pareció darse cuenta de la carnicería de la Perla de la Laguna hasta que la violencia llegó a Saltillo, “profirió una desafortunada declaración. Aceptó que Coahuila había llegado al tope. Una frase histérica, si tomamos en cuenta que la situación que se vivía en la capital del Estado no se comparaba con el desastre de Torreón”.
Ahora mismo estamos frente a las elecciones más bizarras que pueda imaginarse: de los candidatos a Gobernador, tres son laguneros, otro es de Múzquiz y uno es vecino de Acuña. Ningún saltillense. No es este el lugar para especular, menos sabiendo que todavía no prenden las candidaturas. Pero es interesante que Saltillo haya quedado marginado: no cupo en el esquema. Varios saltillenses intentaron colarse y situarse en una fila en la que no había nadie que los atendiera.
Los laguneros han insistido en elecciones pasadas en que quieren un gobernante de La Laguna. Ahora están muy cerca de tenerlo. Esto no quiere decir que los tres sean equivalentes. Carlos Velázquez no deja bien parados a sus dos últimos alcaldes. Éstos coincidieron y convivieron con los sicarios y las múltiples fuerzas represivas federales, estatales y municipales que se distinguieron por ser (algunas de ellas) parte de esa violencia de la que todavía hay que hacer la historia.
Torreón no necesitó del muro de Trump. Velázquez dice que la calle Morelos era una frontera real entre los “Chapos” y los Zetas. Oriente de los de la última letra y poniente de los sinaloenses. La balacera dentro del estadio del Santos fue una de las más increíbles de que se tenga memoria. Recordemos que Humberto regaló al Estadio (a la cervecería) 100 millones de pesos para crear lo que el autor que cito nombra la cantina más grande del mundo.