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Las tres posibilidades de Andrés
Andrés Manuel López Obrador no se va a ir a ningún lado. Si bien nos va se irá a su rancho al terminar el sexenio, desde donde seguirá pontificando, aplaudiendo o en todo caso criticando a su sucesor, así sea su elegido. A estas alturas y tras una cuarto de siglo en el escenario político nacional, está más que claro que se tiene a sí mismo en una muy alta estima, reconocimiento y valoración. Todo lo cual, en su mente, lo hace único y quizá hasta indispensable para el país. Los ejemplos sobran y los tiempos lo ayudan. Pensar que un gobierno que se dice de izquierda pueda sobrevivir a una tormentosa relación con la lucha feminista, a la que le ha negado todo lo que han peleado. Basta decir que les iba mejor con el PAN. Qué decir de la militarización de la seguridad pública, el aumento de delitos que pasan a prisión preventiva y la disciplina en el gasto que haría al FMI de los ochentas y noventas llenarse de orgullo, ni Salinas de Gortari.
Ante esta realidad creo ver tres escenarios que encuentran su origen en un análisis comparado. AMLO Johnson-UK, AMLO Trump-USA o AMLO Correa-Ecuador. No veo a un AMLO Maduro o Castro, por más que sus detractores hagan esos castillos en el aire. Sí, no dudo de sus ínfulas virreinales, más ahora con la idea de nombrar a un “Gobernador de Palacio Nacional”, pero la reelección como posibilidad simplemente no la veo en la ecuación, su yo PRI no se lo permitiría, dudo mucho que el país lo aguante, ni los grupos de poder que lo sostienen y toleran a razón de que fue él su ruta de acceso al poder.
Primero tenemos al AMLO Johnson, a razón de Boris Johnson, el Primer Ministro del Reino Unido, pero dudo mucho que lo veamos. Tuve mis esperanzas mientras fue víctima del COVID y se ausentó hasta de las mañaneras. Me refiero a la transformación personal que puede experimentar el gobernante. La pereza de la prensa latinoamericana suele ubicar a Johnson en el segmento de gobernante populista de derecha, sin detenerse a observar el día a día de sus actividades, de su gobierno y de las políticas que impulsa. Hay un Johnson antes de su paso por el hospital a causa del COVID y uno después. El de antes no se ponía tapabocas, dudaba de la pandemia y de sus efectos. El que vino después es igual o más responsable que cualquier otro en la materia. Su prioridad ahora es la pandemia, la salud, reconoció su error y puso manos a la obra. Es además la personificación del relanzamiento del conservadurismo inglés, un conservadurismo tan progresista que ya lo quisieran las feministas de Morena. Ahí su impulso a la comunidad LGTB y a los acuerdos de París en materia del medio ambiente.
El AMLO Trump-USA es el que se aferra a su necedad, el que su orgullo es más grande que cualquier llamado a la serenidad, a la moderación o a la apertura. La soberbia manda en el soberano, porque el pueblo no se equivoca y el pueblo es él. Llevará las cosas a los extremos, habrá de estirar la liga más allá de lo recomendado, hasta los suyos se irán alejando poco a poco, lo cual no quiere decir que se desplomó. Tendrá mucho apoyo, altos niveles de popularidad como los que hoy tiene. La polarización se habrá de acrecentar, todo espacio de diálogo se habrá de esfumar. La oposición toda, se unirá bajo la única premisa de derrotarlo, cueste lo que cueste en dinero, en prensa, en movilización, en mentiras o medias verdades. Al igual que Trump perdería el 2024, empezando el 2021. Ya lo estamos viendo. Pero tan pronto ponga un pie fuera de Palacio el 1 de diciembre de 2024, su popularidad empezará a desplomarse. El país habrá de respirar, disfrutaremos hasta de lo aburrido y tedioso de la política. La sola desaparición de las mañaneras será un gran descanso que no habremos de extrañar. Para muchos sonará bonito, pero llegar a ello conlleva muchos riesgos, mucha violencia, si no físico, al menos verbal. Mucha división y odio, causada por el pero igualmente replicada por sus opositores.
Finalmente es el AMLO Correa. El expresidente del Ecuador que dejó a su delfín Lenin Moreno, esperando gozar del mismo poder. Pero al paso del tiempo se dio cuenta de que Lenin era su propio hombre, que no aceptaría instrucciones ni mandatos que no fueran del que recibió en las urnas. Correa, como AMLO cuando deje a Marcelo o a Claudia en la silla presidencial, quiso seguir mandando pero lo ignoraron. Pero ese AMLO no se quedará con los brazos cruzados. Desde su rancho “La Chingada”, como Correa desde Bélgica, querrá venganza. Algo similar sucedió con Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos en Colombia, pero en el otro extremo ideológico. Les hará la vida de cuadritos, no dejará el protagonismo, atacará a su pupilo día y noche. Al tiempo lanzará a un incondicional que le arrebate el poder al pupilo que lo traicionó. Uribe lo logró, Correa está a punto de hacerlo, veremos el resultado de la segunda vuelta.
Me late más el AMLO Johnson, el que experimenta un cambio personal, el que regresa a la normalidad una vez que logró la parte esencial de su plataforma política. Boris logró el Brexit, incluso antes de llegar al gobierno. Tan logró que al llegar no le quedó de otra más que cerrar los trámites y gobernar. Aterrizar proyectos que nunca prometió, porque nunca fueron parte de su campaña.
Regresando a las Fuentes
Jesús Ramírez Rangel