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Las travesuras de las palabras
El lenguaje nos volvió humanos, de modo que las palabras son importantes, para bien o para mal. En uno de sus libros, Roberto Orozco Melo consignó un episodio que ocurrió hace varias décadas, teniendo como escenario un remoto municipio de Coahuila. La historia es la siguiente: el PRI tenía casi completa la lista de sus candidatos para las alcaldías, con la excepción de una.
De Saltillo se comunicaron por teléfono los líderes del partidazo para que les dieran el nombre de su abanderado, y como no tenían a nadie en mente, de la capital sugirieron que designaran al más idóneo, y dado que la comunicación era defectuosa, ellos entendieron que se referían a Macedonio, un modesto empleado municipal, y lo propusieron como candidato. Se les hizo extraña la recomendación a los del PRI municipal, y claro que ganó Macedonio, quien al parecer realizó una buena gestión.
Allá por los años 60, Armando Guerra—entusiasta promotor cultural—organizaba un cine club que tenía como sede la biblioteca “Melchor Múzquiz” en la Alameda Zaragoza. Buscando un filme atractivo, Armando seleccionó la “Pecadora de Venecia” despertando una buena expectativa entre los cinéfilos, quienes atiborraron la improvisada sala.
El material llegó en aquellas enormes latas de metal, y dio comienzo la proyección, teniendo como protagonista a una niña con una caña de pescar, que permanecía impasible a la orilla de un río con la esperanza de atrapar un pez.
Pasaron los minutos y la escena no cambiaba, de modo que poco a poco los asistentes fueron abandonando desilusionados el local, por lo que al final de la función el organizador se quedó solo. Al revisar la etiqueta de la película se podía leer que su título decía “La Pescadora de Venecia”. Armando relató esta anécdota en uno de sus libros.
Siendo gobernador Flores Tapia, un ayudante del despacho le informó a su secretario particular que el señor Telefósforo, al parecer, alcalde de un municipio, solicitaba audiencia con el mandatario, siendo que el nombre correcto del edil era Telésforo. Se observa la importancia de los acentos.
A mediados de 1981, en un acto de apoyo a Flores Tapia en la Plaza de Armas, el líder estatal del PRI, un sagaz político, cometió un error al señalar al propio gobernador como al único responsable de los males de Coahuila. Alrededor de 20 años después, durante una reunión del Consejo Estatal del PRI, su dirigente sufrió un lapsus linguae, al proclamar que el partido promovía una política de piernas abiertas, siendo que seguramente intentó referirse a una política de puertas abiertas. El desliz provocó la hilaridad entre los asistentes.
Siendo Secretario Académico de la UTC, hace como 12 años, me tocó atender a un alumno que preguntaba por la oficina del licenciado Inodoro, cuando en realidad buscaba al licenciado Isidoro Flores. En otra ocasión, se realizó una conferencia que impartió el ingeniero Óscar Martínez cuyo título era “Misión a Marte”, sin embargo, la secretaria encargada de redactar la invitación escribió “Misión amarte”,
Hace ya un buen número de años, en su popular programa “Arriba el Norte” que se transmitía temprano en las mañanas por la XESJ, el compadre Medina solía decir que los muchachos de “Palo Blanco” mandaban saludos a las muchachas de “Cañada Ancha”.
También hace ya tiempo, circularon por las calles de nuestra ciudad dos troquitas con leyendas ingeniosas. La primera de ellas, en la defensa trasera mostraba las palabras: “No soy dólar pero subo”, mientras la segunda, en su parte posterior tenía escrito el retador mensaje: “A que no me pasas…” y una vez que el orgulloso conductor rebasaba a la modesta unidad, observaba por el espejo retrovisor la parte final del escrito que decía “…a tu hermana.”
Actualmente circulan por nuestras vialidades algunos autobuses del transporte público de pasajeros, mostrando en su parte trasera un escrito altamente erótico, que a la letra dice: “Precaución, paradas continuas”.
Imaginemos lo que pudo haber sucedido, si los traductores hubiesen cometido un error durante la crisis de los misiles en octubre de 1962.
Ahora que la pandemia nos obliga a permanecer más tiempo en casa, propongo un giro al lenguaje, para que en lugar de ser la madre de todos los vicios, la ociosidad se convierta en la madre de todos los guisos.