Las raíces del romanticismo

Usted está aquí

Las raíces del romanticismo

“No es posible embriagarse, como tampoco es posible calmar la sed, con etiquetas de una botella”. Paul Valéry

Isaiah Berlin en su libro “Las Raíces del Romanticismo” nos habla de la importancia de este movimiento artístico y cultural generado hace dos siglos en Europa y América. El autor sostiene que éste se debe a que constituye el mayor movimiento reciente destinado a transformar la vida y el pensamiento del mundo occidental. Con su análisis, no solo completa una página olvidada de la historia del pensamiento, sino demuestra que todos somos herederos de múltiples tradiciones y llevamos dentro las contradicciones de corrientes de pensamientos que se entrelazan.

Berlin se cuestiona: ¿Qué causó esa enorme revolución en el conocimiento humano ocurrida durante aquellos siglos? En el texto expone en qué consistió fundamentalmente el movimiento romántico. La forma en que se aproximó a dicha explicación es que siguió el lento  y paciente método histórico: analizar los comienzos del siglo 18 considerando la situación que se daba entonces; identificar uno a uno los factores que la socavaron y ver qué combinación particular o confluencia de factores causó, hacia fines de ese siglo, la gran transformación de la conciencia de Occidente, que aún impera.

Los cambios ocurridos en la vida de Occidente, la más profunda y duradera, no menos trascendental que las tres grandes revoluciones cuyos impactos son indisputables –La Revolución Industrial, de Inglaterra, la Política de Francia, y la Social y Económica de Rusia–, con las que está conectado, a todo nivel, el romanticismo. El Siglo 18, fue la era del triunfo de la ciencia. Sus grandes éxitos constituyen el acontecimiento más increíble del periodo.

Los pensadores de La Ilustración aceptaron tres principios básicos: La sólida philosophia perennis de Occidente, según la cual todas las preguntas tienen respuestas verdaderas, toda respuesta verdadera puede, en principio, ser alcanzada, y todas las respuestas son, en principio, compatibles o combinables en una totalidad armónica a la manera de un rompecabezas. Frente a ello el romanticismo, pues, no solo es una reacción contra la Ilustración, sino “el cambio puntual de más envergadura ocurrido en la conciencia de Occidente en el curso de los siglos 19 y 20”. En esta nueva forma romántica de pensar, ya no se asume, que para cada una de las grandes preguntas hay una única gran respuesta, y que, por lo tanto, puede darse el conflicto de valores.

Así resumió Berlin esta visión de los románticos: “Estos dos elementos –el de la voluntad libre y sin trabas y el del rechazo de la noción de que hay una naturaleza de las cosas, el intento de sabotear y de hacer volar en pedazos cualquier noción de estructura estable –son los más profundos y, en cierto sentido, los más lunáticos de este extremadamente valioso e importante movimiento”. La esencia del movimiento romántico: la voluntad y el hombre como acción, como algo que no puede ser descrito ya que está en perpetuo proceso de creación; y no es posible siquiera decir que está creándose a sí mismo, ya que no hay sujeto, solo hay movimiento. Este es el núcleo del romanticismo.

Los románticos tienen razón al señalar que concebir a las instituciones como algo eterno es erróneo. Los seres humanos crean libremente instituciones para beneficiar a otros y, con el paso del tiempo, éstas se vuelven inservibles. En consecuencia, cuando las observamos desde la perspectiva del pensante, y llegamos a la conclusión de que son inservibles, debemos abolirlas y erigir nuevas instituciones a las que lleguemos libremente gracias a la acción de nuestra pura voluntad. Y esto no solo es cierto en las instituciones políticas, económicas u otras instituciones públicas.

La noción de que existe una diversidad de valores, de que son incompatibles, toda esta idea de pluralidad, de lo inagotable, del carácter imperfecto de las respuestas y arreglos humanos, y de que ninguna respuesta puede reclamar perfección y verdad, todo esto es lo que les debemos a los románticos.

He aquí a los románticos, cuya tarea principal ha sido la de destruir la vida ordinaria e indulgente. El romanticismo alimenta, entonces, el liberalismo, la tolerancia, la decencia y la apreciación de las imperfecciones de la vida; además de un cierto grado de auto comprensión racional consolidado.

              jshv0851@gmail.com