Las otras Alhambras
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Las otras Alhambras
Es inolvidable la belleza de la Alhambra, obra cumbre de la arquitectónica árabe en la península ibérica que en 1333 fuera el palacio real del sultán Yusuf I. hay quienes en México han intentado hacer réplicas de este edificio ubicado en la Ciudad de Granada, España. En Torreón, Coahuila, alguien se atrevió a levantar una construcción en la esquina de Abasolo y Colón, con algunas características de la Alhambra. Llegó a ser la sede de la primera dirección de cultura de esta ciudad, que fue encabezada por la talentosa bailarina y teatrista Magda Briones.
Ni su dueño original, Fernando Rodríguez, ni su esposa Elvira, de origen español, nunca sabrían que la casa se remataría tiempo después de su muerte por deudas de impuestos municipales. Quien la compró no tenía interés en la construcción, por lo que una madrugada fue demolida con dinamita.
“La Alhambra de Torreón” es recordada por los habitantes de la ciudad porque dentro de los cánones arquitectónicos contenía belleza, ahora sobre el terreno en el que estaba existe un edificio de ladrillo de dos pisos, oficinas sin ningún valor arquitectónico.
La historia de la demolición de este edificio se repite en muchas ciudades mexicanas incluyendo la de Monterrey. En el conocido Barrio Antiguo, del centro histórico de esta contaminada ciudad, se observa la demolición de muchas construcciones norestenses en las que sólo se dejan sus fachadas.
Y me pregunto si las autoridades federales, estatales y municipales han tomado cartas en el asunto. No dudo que haya argumentos de orden histórico en relación a la antigüedad de las construcciones demolidas, pero son los intereses inmobiliarios los que preponderan.
En la actualidad, dentro del polígono del Barrio Antiguo se encuentra el Museo de Culturas Populares, el Tribunal Eclesiástico, la Catedral Metropolitana y algunas escuelas de educación superior; no sólo antros en los que corre la cerveza como ríos.
El malogrado poeta Andrés Montes de Oca vivía con su familia en un chalet sobre la calle Mina, y recuerdo la manera en que hace 25 años los residentes del Barrio Antiguo ya luchaban para detener la voracidad de agentes inmobiliarios que corrían a “billetazos” a más de una familia de adultos mayores.
Ahora que se ha visibilizado que en el subsuelo del Barrio Antiguo hay mantos freáticos de importancia, surgen otros intereses que ponen en peligro los cimientos de las casas del sitio, ya que es de elemental conocimiento que la extracción comercial de estos mantos cambiaría la plataforma geológica de los suelos generando movimientos imperceptibles a la vista humana, pero de gran impacto para las construcciones bicentenarias allí situadas.
La modernidad podría ser la bandera que esgriman los nuevos propietarios de inmuebles en el Barrio Antiguo; pero hay asuntos de profundidad que se pasan por alto, los barrios antiguos de las ciudades son su corazón y como su corazón deben permanecer sanos.
Las casas que están siendo demolidas en el Barrio Antiguo tal vez no contenían una belleza suprema, pero sí eran ejemplo de la sencillez y austeridad de pobladores regiomontanos que vivieron felizmente y apoyaron la construcción de lo que hoy es Monterrey.
En honor a ellos, y a la memoria histórica de la ciudad, debería frenarse la depredación urbana que está sacrificando construcciones dignas por edificaciones con valor comercial. ¡No se vale!