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Las Olimpiadas que propiciaron una matanza
Los Juegos Olímpicos más oscuros de la historia se celebraron en México hace 48 años.
Ni siquiera una matanza ocurrida un 2 de octubre pudo frenar el evento internacional, en el cual el gobierno de México quería demostrar que estaba a la altura de las grandes potencias del mundo.
Todo se originó el 22 de julio de ese año. La vocacional 5 del Instituto Politécnico Nacional se enfrentaba a la preparatoria particular Isaac Ochoterena incorporada a la UNAM en un partido de futbol americano.
Pero los ánimos se caldearon entre los jugadores y pasaron a los golpes. Según se dice en diversas publicaciones, los del Politécnico fueron apoyados por pandilleros, quienes hicieron que la gresca tomara tintes violentos y terminaron apedreando las instalaciones del Instituto particular.
El cuerpo de granaderos del Distrito Federal acudió para contener el enfrentamiento, pero en su afán por apaciguar a los rijosos, los agentes irrumpieron en las vocacionales 2 y 5, hiriendo a profesores y alumnos, además de que se realizaron un a gran cantidad de detenciones.
Ante tales acontecimientos, la Universidad Nacional Autónoma de México se declaró en huelga indefinida tres días después. De igual manera los alumnos del IPN se solidarizaron y elaboraron un pliego petitorio en el que demandaban la excarcelación de los estudiantes detenidos así como indemnización a los lesionados.
Al ser ya noticia nacional, universidades de todo México se unieron a la causa.
Conforme pasaban los días el gobierno quería detener el conflicto, ya que faltaba muy poco tiempo para que iniciaran los preparativos para recibir a miles de extranjeros que presenciarían los Juegos Olímpicos.
Sin embargo, las protestas estudiantiles por la represión y encarcelamiento de sus compañeros aumentaban en número de simpatizantes.
En una manifestación llevada a cabo el 1 de agosto encabezada por el rector de la UNAM, Javier Barros Sierra, se reunieron alrededor de 80 mil universitarios y politécnicos.
Ese día puntualizaron seis puntos en su pliego petitorio:
En ese momento, quedó formalizado en los seis puntos de un pliego petitorio:
1.- Libertad de todos los presos políticos.
2.- Derogación del artículo 145 del Código Penal Federal.
3.- Desaparición del cuerpo de granaderos.
4.- Destitución de los jefes policiacos Luis Cueto, Raúl Mendiola y A. Frías.
5.- Indemnización a los familiares de todos los muertos y heridos desde el inicio del conflicto.
6.- Deslindamiento de responsabilidades de los funcionarios culpables de los hechos sangrientos.
Ante la cercanía del magno evento deportivo, en el que colocaría a México como el primer país latinoamericano en llevarlo a cabo, el gobierno militarizó el conflicto y los soldados comenzaron a tomar escuelas y universidades en un intento por disolver el movimiento infiriendo temor.
Lejos de eso, los estudiantes realizaban marchas, mitines. Aprovechaban el movimiento no sólo para señalar las represiones, también para evidenciar la falta de democracia por el partido en el poder.
“¡No queremos Olimpiada, queremos revolución!” Eran los gritos de los estudiantes durante sus marchas.
El 1 de octubre las fuerzas castrenses abandonaron las instituciones y sólo mantenían vigilancia en las concentraciones estudiantiles.
Muchos pensaron que el gobierno por fin respondería a sus peticiones... Y efectivamente, así lo hizo un día después.
A las seis de la tarde del 2 de octubre, un helicóptero disparó dos bengalas y de inmediato comenzó el ataque. Francotiradores del Batallón Olimpia apostados en los edificios de la Plaza de las Tres Culturas iniciaron disparos a la multitud. Los militares, confundidos por la situación ya que nunca se les informó de la operación que llevó a cabo el gobierno, repelieron la agresión disparando hacia los inmuebles habitacionales y hacia la multitud de manifestantes.
Aún se desconoce el número real de víctimas de aquel día. Más de 500 personas fueron detenidas, entre ellos muchos líderes.