Las niñas bien van a McAllen

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Las niñas bien van a McAllen

Con la ley antiaborto que criminaliza a las mujeres en Nuevo León se retroceden 50 años en la historia que hoy parecen siglos, porque convierte una ley moral de la iglesia católica en ley penal, la que puede llevar a prisión a una mujer que decida practicarse un aborto, inclusive cuando se trate del producto de un incesto o una violación.

Y es que hace medio siglo (en julio de 1968), el papa Pablo VI emitió la encíclica Humanae Vitae, que declara inmoral todo tipo de control de la natalidad, incluyendo los anticonceptivos y el aborto, doctrina que tuvo la influencia del misógino obispo de Cracovia Karol Wojtyla y el rechazo unánime de los teólogos de la liberación, a los que luego combatió Juan Pablo II desde el Vaticano.

Por eso hablamos de una regresión de medio siglo, porque hoy tenemos una encíclica del papa Montini convertida en ley penal en Nuevo León. Y hay que decir que no nos extraña que los panistas la hayan propuesto, lo aberrante es que el PRI la haya votado siendo un partido revolucionario.

Más preocupante es que panistas y priistas criminalicen a las mujeres de un estado donde las niñas bien seguirán abortando en McAllen, con menos riesgo y sin temor a la cárcel, mientras que las mujeres pobres morirán en vecindades infectas o acabarán presas en el penal del Topo Chico.

La pena en prisión por abortar será muy similar a lo estipulado en el Código Penal Federal: de 1 a 5 años de cárcel, dependiendo de la “buena o mala fama” de la mujer indiciada. Aunque muchos dudemos de los que deciden sobre la fama de los demás.

Y no le extrañe a usted que este movimiento antiabortista sea una cortina de humo para desviar la atención de la grave crisis que consume a la Iglesia por los múltiples abusos de los curas pederastas.

Tampoco se trata de permitir que el aborto sea un hábito común de ir por la vida interrumpiendo embarazos no deseados, pero hay casos en que debe proceder, nos guste o no.

Y en este contexto basta citar un ejemplo estremecedor. Lo describe ese director de cine que ha sido un proscrito, también víctima y siempre perturbador, el gran cineasta Román Polanski en “Chinatown”: entre los magnates de Los Ángeles hay un ente perverso llamado Noah Cross (John Huston) que abusa de su hija Evelyn (Faye Dunaway) procreando a Katherine (Belinda Palmer) que se convierte en una hermosa jovencita. Jack Nicholson, como el detective Gittes, desentraña el secreto incestuoso cuando Evelyn, al borde del colapso, le confiesa que Katherine es su hija pero también su hermana, y sólo busca protegerla del degenerado padre que ahora pretende abusar de su nieta. Al final Evelyn muere y el mal triunfa permitiendo que el degenerado se queda con la nieta en una poderosa tragedia que sólo Polanski es capaz de describir. ¿Debió abortar Evelyn el producto de la violación incestuosa? ¿Podrá abortar Katherine en caso de…?

Y conste que este es un caso que se repite en los barrios bajos y en las zonas residenciales de cualquier ciudad. Pero las “almas grandes” de Provida y anexas se oponen al aborto aun en casos de incesto o violación. Aunque en sus hogares haya casos que necesiten de un Polanki para detallar eso que a ellos les resulta inconfesable.