Las Navidades
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Las Navidades
Tengo conciencia de al menos 48 Nochebuenas. La memoria me traslada a la sala de Castelar, de Sinaloa 150 en esta plaza, al tejaban de Magallanes en Monterrey, al vasto comedor de la calle Acapulco en Piedras Negras, la Ocampo en esa ciudad, Puebla de Zaragoza, León de los Aldama, Sierra de Arteaga, lejanos o cercanos lugares que fueron sede de la celebración y el gozo.
Salvo el aciago 1974, la remembranza es positiva. Cercana la muerte de mi padre a principios de mes ese año, mi madre me refugió con mis primos los Quintero.
Durante el camino largo a Piedras en los desvencijados Anáhuac, me hice acompañar del único instrumento musical que logré hacer funcionar: la flauta Yamaha. Sólo me aprendí el “Himno a la Alegría”, por lo que los otros pasajeros tuvieron que soportar el concierto de siete horas, con escala en Monclova, Sabinas, Rosita, Allende, Morelos, Nava y Piedras Negras.
Al decir de Sartre: “El hombre tiende a contar su vida más que a vivirla. Lo ve todo a través de lo que cuenta, y pretende vivir su vida como si fuese una historia. Pero hemos de elegir entre vivir nuestra vida o contarla”.
Antes de iniciar el cuento, me dio por escarbar en los inicios del festejo navideño, encontré una celebración pagana que festejaban los romanos: “El festival romano de Saturnalia, del 17 al 24 de diciembre, movía a los ciudadanos a decorar sus hogares con verdor y luces, y a dar regalos a los niños y a los pobres. El festival del 25 de diciembre, natalis solis invicti, el nacimiento del sol invicto, fue decretado por el emperador Aureliano en 274 d.C., como una celebración del solsticio de invierno, y un tiempo (después)… fue cristianizado como una fecha para celebrar el nacimiento del Hijo de Luz”.
Hasta el Siglo 3 no tenemos noticias sobre el día del nacimiento de Jesús. Los primeros testimonios de padres y escritores eclesiásticos señalan diversas fechas. El primer testimonio indirecto de que la natividad de Cristo fuese el 25 de diciembre lo ofrece Sexto Julio Africano el año 221. La primera referencia directa de su celebración es la del calendario litúrgico filocaliano del año 354 :“el 25 de diciembre nació Cristo en Belén de Judea”. A partir del Siglo 4, los testimonios de este día como fecha del nacimiento de Cristo son comunes en la tradición occidental, mientras que en oriente prevalece el 6 de enero.
La Biblia da el precedente de la fecha en el Antiguo Testamento: En 1 Macabeos 4, 52 se lee:
“El día veinticinco del noveno mes, llamado Quisleu, del año ciento cuarenta y ocho, se levantaron al despuntar el alba y ofrecieron un sacrificio conforme a la Ley, sobre el nuevo altar de los holocaustos que habían erigido”.
Lo importante es que el nacimiento de un niño, que dio el encarnamiento a la deidad, refiere el acontecimiento más maravilloso de la humanidad. Los hombres, de esa manera, no celebramos fechas, celebramos hechos.
Él bebe de Belén que se manifestó ante 12 hombres y multiplicó la fe por millones de fieles que viven una comunión con Dios.
Hoy Issa y su vocación de homenaje al Cristo me hacen recordar la necesidad de ese acercamiento y la bendición de haber formado una familia inspirada por el redentor. Cada esfera colgada en el pino es una memoria inflamada; y cada lucecita, el camino a la veracidad de nuestra fe.
El papa Pancho nos invita a la alegría contante, la oración perseverante y la acción de gracias continua.
Bergoglio refiere a un Cristo tierno, que consuela: “Parece que nuestro Dios quiera cantarnos una nana. Nuestro Dios es capaz de esto. Su ternura es así: es padre y madre”.
Una Navidad plena de esperanza y con arreglo de la realidad son mis deseos para ustedes, mis estimados lectores.