A las mujeres de la Mesa Directiva

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A las mujeres de la Mesa Directiva

Se puede llegar a ser reina de una monarquía sin ser aristócrata, como ha logrado serlo la periodista Letizia Ortiz Rocasolano, pero nunca se podrá llegar a ser una gran periodista sin tener en las venas la sangre azul de la vocación, como en verdad la tuvo Magdalena Mondragón quien antes de cumplir los 15 años ya formaba parte de la redacción de El Siglo de Torreón, alentada por don Antonio de Juambelz, que descubrió en ella esa tan difícil facilidad que sólo otorga la verdadera aptitud periodística.

Hay una frase del periodista francés Jules Janin, el “Príncipe de los críticos”, donde afirma que el periodismo te puede convertir en todo, a condición de poder dejarlo. Y claro, a Letizia Ortiz primero la convirtió en la princesa de Asturias y luego en la reina consorte de España, una reportera que a cambio de un reino dejó el periodismo, que sólo así se deja esta gran profesión.

No es el caso de otras mujeres que se abrieron camino en el oficio a base de esfuerzo y dedicación, venciendo grandes obstáculos como la discriminación, la misoginia y la violencia de género. De hecho, decenas de mujeres periodistas han sido asesinadas en este País. Otras abrazaron el periodismo como pasión de vida hasta su muerte, sin cambiarlo por un reino, como la plebeya Letizia Ortiz Rocasolano.

Pero hay que decir que hasta la propia Letizia sufrió acoso y discriminación por su condición de mujer. Cierto, por ser atractiva, alta, rubia y por ser capaz e inteligente. Lo cuenta Jorge Zepeda Patterson que fue su maestro de diplomado en Guadalajara y su jefe en el diario Siglo 21. En un encuentro en Madrid, ella hacía exámenes para un puesto en los medios. Al presentarla con uno de los periodistas más importantes de España, este le dijo que por su belleza ella podía contestar mal todos los exámenes y aun así ganar la plaza. Claro que eso molestó a la joven que luego se convertiría en la reina de España.

Si Letizia Ortiz, que ahora es reina, fue discriminada el tema es preocupante. No se diga en los tiempos de Magdalena Mondragón que sufrió lo indecible al tratar con jefes implacables como Regino Hernández Llergo y José Pagés. Este último le ordenaba trabajos casi imposibles de realizar, como entrevistar a la viuda de Porfirio Díaz, a modo de hacerla fracasar. Tras un atentado a su vida perpetrado por testaferros del presidente Miguel Alemán, su denuncia no prosperó y el caso fue archivado. Su libro, “los presidentes dan risa”, fue incautado por agentes de Gobernación. Eran tiempos de una misoginia feroz en un periodismo dominado por los hombres. Aun así, la torreonense Mondragón fue nombrada en 1950, por Mario Santaella, la primera directora de un periódico en México.

Hoy, cuando en el Congreso local existe una Mesa Directiva conformada por mujeres, tenemos que en el Muro de Honor sólo existe el nombre de una mujer, Enriqueta Ochoa, ¿No habrá más?

Si Letizia Ortiz dejó el periodismo por el oropel del palacio de la Zarzuela fue su soberana decisión. Asimismo, las mujeres de la Mesa Directiva del Congreso local, por soberana decisión, pueden dar acceso a Magdalena Mondragón Aguirre al palacio de Coss y reivindicar con letras de oro el nombre de una gran periodista en la memoria histórica de Coahuila.