Las lecciones del presente
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Las lecciones del presente
Hoy por la noche es posible que sepamos el resultado de la elección presidencial de los Estados Unidos. Este largo y complejo proceso dejará, además de un ganador, lecciones de diverso tipo. La fragilidad de la democracia, la desinstitucionalización generalizada, el resentimiento popular, el desaliento y la búsqueda de sentido en personas e ideas peligrosas. El proceso ha puesto a la vista cosas no fácilmente identificables, sea por descuido, ignorancia o ideología.
De lo mucho que se ha mencionado en los meses finales, sobresale la caracterización del electorado pro Trump. Al grupo se le ha definido como blanco, viejo, poco instruido, atrapado en un presente deteriorado y temeroso del futuro.
Una clase social pobre e ignorante, sumergida en desesperanza y frustración. Lo curioso del asunto y, sobre todo, de la manera como se ha representado, es que las diatribas del candidato republicano parecieran haber constituido a este grupo. Son muchos los artículos y opiniones que suponen que el odio de Trump generó la unión de individuos que se encontraban en paz y relativamente satisfechos por sus condiciones de vida. Trump removió la paz, diría esta narrativa, y creó demonios que sin él no habrían nacido.
Con independencia de lo riesgoso que veo al personaje y de la antipatía que todo él me provoca, creo que una cosa es el fenómeno Trump y otra muy diversa las condiciones del electorado que lo apoya. Las personas que lo hacen estaban ahí antes que él. Esas personas tenían carencias antes que él decidiera participar en la elección. Su pobreza y resentimientos eran suyos, independientemente del empresario. Tal vez lo que él hizo fue darles unificación, sentido y relevancia colectiva. En el discurso de Trump hay, desde luego, una dosis de populismo descarado, pero también están ahí las duras condiciones y los desesperanzados agentes que en todo tiempo se han requerido para crearlo y mantenerlo.
El tan temido populismo es una mezcla de cosas diversas, complejas e históricas. Suponer lo contrario es simplificar los fenómenos a fin de buscar un chivo expiatorio único, de un exclusivo quebrantador del statu quo. Hitler engañó a los alemanes a fin de constituir el nazismo; Chávez mintió al pueblo venezolano. El líder como hombre total y el pueblo como suma de ignorancias y veleidades. Nuevamente, el mundo funcionaba razonablemente bien, pero fue un hombre el que, por ambición personal y triste biografía, se asumió como caudillo, distorsionó la visión de la realidad, vendió un sueño y se hizo del poder para su beneficio personal. Este cuento puede ser reconfortante, pero explica muy poco.
¿Puede haber en el mundo social fenómenos facilitadores del caudillismo? La pobreza blanca en los Estados Unidos está desde el origen, se ha mantenido durante 400 años y se acrecienta en la actualidad, tal como lo demuestra Nancy Isenberg en su reciente e importante libro “White Trash” (Viking). Trump es un hábil demagogo y un ilusionista. Sin embargo, tiene un público previo a él, que si bien no espera de plano ser engañado, sí necesita escuchar algo diverso a las promesas, desencantos y limitadísimos horizontes de vida que a diario le recuerdan dónde está y la imposibilidad de salir de ahí.
Las lecciones del proceso electoral estadounidense están a la vista. No tenemos que hacer largas y complejas reconstrucciones históricas para saber cómo es que, en otros tiempos, caudillos y populistas se hicieron del poder. Actualmente podemos ver, en tiempo real, cómo es que esto está aconteciendo. Al hacerlo, no pensemos que todo el fenómeno es culpa de un sujeto aislado y perverso. Apreciemos el contexto que posibilita su aparición y le da vida a su prédica y arrastre. En esto último, en la dura y constante realidad, está una parte de las condiciones de posibilidad del populismo. Cambiar la realidad es, supongo, una manera de enfrentar las causas que lo permiten.
@JRCossio