Las lecciones del accidente de la Línea Dorada

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Las lecciones del accidente de la Línea Dorada

En 1975, el 20 de octubre, un trágico accidente en el metro de la Ciudad México cobró la vida de 31 personas, quedando 70 lesionados. Era un viaje que tomaba el punto en la estación Chabacano, pasaba por Viaducto y no llegó a su destino, Taxqueña. Jaime Avilés hizo una crónica de la manera en que al conductor, Carlos Fernández Sánchez, se le responsabilizó del accidente, cuando lo que ocurrió fue una falla en el sistema. De hecho, desde entonces se instaló el sistema de pilotaje automático en la red.

Carlos Fernández Sánchez iba concentrado en su tarea de todos los días cuando advirtió que había un tren estacionado en el andén del Viaducto. No habría posibilidad de frenar. Se arrojó a las vías y el tren colisionó con otro, resultado de una falla en los ocho dispositivos de seguridad. Se le acusó de sabotaje e incluso de pertenecer a la Liga 23 de Septiembre. Pasó años en la cárcel hasta que se le hizo justicia. La falla había sido absolutamente del sistema del transporte.

Recordar este trágico accidente y las también funestas consecuencias para alguien que no fue el responsable resulta de pertinencia en el momento actual.

El ocurrido en días pasados en la conocida Línea Dorada está en el foco de la opinión pública. Es momento de que hablen los peritajes y momento de que se aplique rigurosa la ley para quienes resulten los responsables.

Se ha dado a conocer a la misma opinión pública la cantidad de inconformidades de esta línea en el pasado reciente. La periodista Mónica Lavín se refirió a ella hace siete años y sus palabras son dignas del registro. El tren, contó en El Universal, se detenía “de más en las estaciones”, mientras se escuchaba a una “mujer del altavoz con amable propiedad” ofreciendo disculpas. “Y nuevamente avanzar y otra vez las disculpas. Y uno aguantando porque cree que el asunto es pasajero, que luego volverá a ser igual. Y luego tomando aquella curva bien despacio como si el precipicio acechara”.

De aparentar ser muy moderno y eficiente, Lavín observó que “las cosas se habían vuelto diferentes. Incluso ese traqueteo bajo tierra antes de llegar a Ermita sorprendía cuando antes el silencio había acompañado el viaje donde los ambulantes estaban vedados. El traqueteo era de viejo ferrocarril”.

Qué bonita La Dorada, dice en las palabras finales de su trabajo periodístico, ironizando lo que la autoridad presumía, pero…. “luego nos salen con que nuestras sospechas sí tenían razón de ser, que había algo que no sabíamos (…), sus fallas de origen. Que el oro era un relumbrón. Y lo malo es que cuando nos pida perdón y diga que todo va a estar bien, que el trayecto será como antes, la desconfianza habrá dejado su sombra”. (La periodista establece en el texto una estrecha relación con el Metro, y en ello se comprende la parte en que expresa “cuando nos pida perdón”).

El accidente de la Línea Dorada debe ser revisado meticulosamente y llevar a los responsables ante la Ley. Y, además, debe servir para que las administraciones públicas hagan revisiones periódicas y acuciosas de las estructuras a su cargo en cada ciudad.

P.D. En la nuestra, vaya usted a saber la razón, pero en varias zonas hay, desde hace meses y hasta el momento de escribir esta colaboración, tirados postes de concreto de luz o teléfono a la orilla de las banquetas o incluso en el arroyo mismo de la calle (calle Hidalgo con bulevar Jesús Valdés Sánchez). Alguien que no esté habituado al tramo, si pasa por el área en medio de la oscuridad por la noche, puede verse involucrado en un accidente.