Las hojas de hierba, en las incipientes horas del verano

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Las hojas de hierba, en las incipientes horas del verano

Las hojas de hierba, las que el siempre bien amado Walt Whitman inmortalizara en su bellísimo libro de poemas; esas hojas de hierba que hoy por hoy, en este naciente verano, aparecen maduras, en ámbar y esmeralda; en rojo cereza y dulce naranja y limón.

Los terrenos se han poblado de florecillas que lanzan al viento un penetrante aroma y decoran los suelos y el pavimento, confiriéndoles la entrañable imagen de un hermoso tapiz. Fuera, en el antepecho de la ventana, los gatos hacen su paseo habitual. Buscan la sombra para acomodarse y alrededor de ellos no osa atravesarse ni un ave. Estas han buscado el alimento de los felinos por la mañana, pero han tenido la precaución de asomarse cuando aquellos disfrutan de la calle en solitario.

La bugambilia ha echado al olvido lanzar sus flores fosforescentes. Estará esperando el momento propicio, quizá después de las lluvias. Más allá, los arriates de rosas sí que están de estreno: luego de haber sido podadas sus ramas, brindan sus primeros capullos que en poco tiempo estarán abiertos al sol.

Las pocas nubes muestran desde el inicio del día que volverá a ser caluroso. A la mitad de la jornada se comprueba el pronóstico, y la tarde se convertirá para muchos en un agobio. Mas, para otros, es la promesa de una disfrutable sensación de plenitud, de una energía, de una vitalidad impulsada por inmensas llamaradas de sol.

Un jardín es un espacio para soñar. Recuerdo la parte de un proverbio chino: “Si quieres ser feliz una semana, haz un viaje; si quieres ser feliz una vida, planta un huerto”.

La de imágenes que procuran los jardines y los huertos. En ellos, cambiantes estaciones que producen aromas, luces y sombras que han de acompañarnos en la memoria, a veces hasta nunca desaparecer.

En lo más íntimo de cada uno, las hojas de hierba tienen mucho por decir. El mismo Whitman aventuraba su personal definición:

Un niño me preguntó: ¿qué es la hierba?, trayéndola a manos llenas, / ¿Cómo podría contestarle? Yo tampoco lo sé. / Sospecho que es la bandera de mi carácter tejida con esperanzada tela verde. / O el pañuelo de Dios, / Una prenda fragante dejada caer a propósito, / Con el nombre del dueño en alguna punta, para que lo veamos y lo notemos y nos preguntemos, ¿de quién? / O sospecho que la hierba misma es un niño, el recién nacido de la tierra.

Una brizna se ha caído por aquí. El recuerdo de unas finas hiervas que traídas de la sierra y llevadas en manojos a la abuela, eran convertidas por ella en el té más dulce y nunca jamás olvidado, junto a esas amorosas manos en un encuentro único en el campo.

Hebras de nostalgia, en una tarde en la que el verano acaba de comenzar.

NUEVA FORMA DE CONVIVENCIA

Llegó para quedarse, lamentablemente. Ningún país ha superado completamente a la enfermedad y en algunos hasta se han presentado rebrotes. ¿Qué es lo que nos queda para enfrentarla?

A partir de la información hay, al menos, la esperanza de una mayor posibilidad de capotear esta tormenta inusitada, esta pesadilla de increíbles proporciones.

Las palabras del subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, que repiten lo que ya debiéramos tener por conocido: “Empezar a incorporar una nueva forma de vivir. Sencillas medidas de prevención consistentemente, todo el tiempo, todas las personas, para llegar a un equilibrio”, debieran ser escuchadas tratando de olvidar lo que para la confusión general ha aportado con su conducta y sus declaraciones el presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador.