Las glorias del beisbol

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Las glorias del beisbol

Niéguelo quien lo niegue, el beisbol es el Rey de los Deportes. Quizá no sea el deporte de los reyes, pero eso habla mal de los reyes, no del beisbol. (Y a todo esto ¿cuál es el deporte de los reyes? Alguna vez fue la cacería; luego la equitación. Ahora, entiendo, es el tenis. Si yo fuera rey, mi deporte serían las reinas).

Estoy de acuerdo en que el soccer está más extendido por el mundo que el beisbol. Eso no significa, sin embargo, que el futbol sea el rey de los deportes. Significa, en todo caso, dicho sea con el mayor respeto, que el mundo no anda bien. No puede andar bien si prefiere un deporte que se juega mayormente con los pies a uno que se juega mayormente con la cabeza.

El beisbol, en efecto, exige concentración en todos los jugadores. No es como el soccer, donde el portero despeja y se pone luego a leer el Libro Vaquero, o se sienta, recargado en un palo de la portería, a jugar un juego electrónico portátil. No. En el beisbol nadie se puede distraer. Joe Garagiola, formidable catcher que fue de los Cardenales de San Luis, sufría mucho por los fuertes golpes que recibía en la mano, de las pelotas que los pitchers lanzaban a gran velocidad. Buscó maneras de acojinar su guante a fin de hacer esos impactos menos duros, y finalmente encontró un modo bastante original de evitar el dolor: puso en el interior de su mascota –así se llama el guante del catcher– un falsie o relleno de brassiére. Tales artilugios tienen forma abombada y están acojinados, de modo que le servían bien para el efecto. Uno de sus compañeros de equipo le preguntó:

–¿Te dio resultado lo del relleno femenino?

–Al principio sí –contestó Joe–. Pero luego empezaba a pensar en otras cosas, y me distraía.

Algunos dicen que el futbol soccer es “el juego del hombre”. A veces, la verdad, no lo parece. Hay que ver los arrumacos que se hacen los futbolistas tras anotar un gol: se abrazan y besan; se agarran las nalgas; se echan unos sobre otros en el césped, como en una orgia (sin acento, por favor: orgía es con mujeres); se van corriendo agarraditos de las manos... Ni los bailarines de ballet incurren en semejantes desfiguros. Tampoco los bailarines se pintan el pelo de amarillo o se hacen la permanente, como los jugadores de futbol.

¿Por qué entonces domina ese juego sobre el beisbol? Por la misma razón que Vicente Fernández interesa al público más que Borges, si me es permitida la comparación. Alguien dijo que el futbol es lo que somos, y el beisbol lo que deberíamos ser. En los estadios de futbol de Inglaterra –cuna del juego– el público ve los partidos metido en una jaula, así son de salvajes los espectadores. A los llamados hooligans les tienen miedo hasta Schwarzenegger y Stallone. Decía el irlandés Bernard Shaw que el soccer es uno de los mayores crímenes que han cometido los ingleses.

Yo, como soy saltillense, beisbolero soy. En estos días gozo enormemente viendo la Serie Mundial. Me acompaña mi papá, que de Dios goza ya, y Dios de él. Fue mi padre quien me enseñó a amar el beisbol. Estuvo también conmigo mi segundo padre, don Jesús, papá de mi mujer, que escuchaba los juegos de las Grandes Ligas en un radio de transistores y llevaba la anotación en su cuaderno. Por ellos, y con ellos, escuché la voz de Buck Canel, que en esta serie entre los Cachorros y los Indios parece decir de nuevo: “¡No se vayan, que esto se va a poner bueno!”.