Usted está aquí
Las flores de cangrejo en el jardín
1
Sus tenazas anaranjadas apuntan al sol. El rumor de abejas se pasea sobre los cuencos que, ocultan un aroma dulce imperceptible a mi olfato.
2
Algunas de las flores emergen en sus tallos hasta alcanzar una altura de más de dos metros.
3
En menos de un mes, dice mi madre, han alcanzado su talla. Ayudaron quizá las lluvias torrenciales que hicieron las veces de arroyos, para ellas.
4
Agitan en el viento sus pétalos. Entro al ardor solar. Al tocar esa suavidad vegetal se activa un recuerdo en la casa de la abuela: eran tela de suave que colocaba sobre mis ojos tendida sobre la tierra. Deseaba verlas como faldas que hubiere hecho yo, de niña, con sus pétalos, a las muñecas.
5
A lo largo de los arroyos. A lo largo de las cercas. En las esquinas de los jardines. Son las flores de cangrejo o los coyoles, formas ahora casi desconocidas en los jardines de Coahuila.
6
Perviven en poblados rurales y en algunas rancherías. Viajaron seguramente con hortelanos en carromatos desde Nuevo León y Tlaxcala, hasta apostarse en estas tierras.
7
Mi madre abre las traslúcidas cortinas blancas del comedor, a pesar de que con esto, entrará la radiación solar a su casa, para verlas a diario, mientras anda entre la recámara y la cocina.
8
Algo de hierba silvestre, a manera de pasto, comienza a cubrir el exterior de su casa. Llega el jardinero y poda, dejando una suave y fresca alfombra que enmarca las rosas y estará luego, cerca de las flores d cangrejo.
9
Los naranjos resisten. Han vuelto a poblarse de hojas. Desafían el tiempo de vida asignado por la fuerza creadora. Así, dan más de los 35 años asignados como límite, para que los ojos de mi madre crean en los actos imposibles. Mucho le dicen sobre expresar y transmutar.