Las aristas de los normalistas

Usted está aquí

Las aristas de los normalistas

Maderistas en Guerrero La historia suele rondar sobre sí misma y a veces –dicen— donde se busca la cabeza asoma también la cola. Así pasa en el estado de Guerrero, tierra de permanente conflicto social, donde el caciquismo es una de las causas principales de la inestabilidad, si tomamos en cuenta que en el siglo pasado padeció uno de los cacicazgos políticos más opresivos de este País, el de la familia Figueroa, asentada en Huitzuco, cerca de Iguala, origen de los hermanos Ambrosio, Rómulo y Francisco, este último gobernador del estado en dos ocasiones, cargo que después ocupó su sobrino Rubén Figueroa Figueroa, el “Tigre de Huitzuco”, cuyo poder describe Carlos Loret de Mola Mediz en “Los Caciques”, donde relata cómo es que Figueroa es capaz de imponerle a los capitalinos a su abogado, Octavio Sentíes, como regente del Distrito Federal. Luego gobernaría su hijo Rubén Figueroa Alcocer, señalado por la masacre de Aguas Blancas, para culminar con una hechura de los Figueroa, Ángel Aguirre Rivero, que cierra el ciclo con la masacre de Iguala. Y pensar que más de un siglo de cacicazgo, violencia y muerte tuvo su origen en el maderismo, ya que los hermanos Ambrosio, Rómulo y Francisco Figueroa, desde 1911 fueron los maderistas más importantes de Guerrero.

Aristas de los normalistas. Por eso las luchas sociales son recurrentes en Guerrero, asimismo las desapariciones forzadas y las fosas clandestinas. Ya se sabe que el caciquismo es causa principal de esta crisis permanente, sin omitir a la guerrilla, al narcotráfico y a la delincuencia organizada. 

Pero también los maestros y los normalistas son motivo de inestabilidad y abuso contra las instituciones y el pueblo en general. Un ejemplo atroz de lo anterior lo tenemos en el crimen cometido por los normalistas en contra de un humilde despachador de gasolina, Gonzalo Miguel Rivas Cámara, quemado vivo por los estudiantes de Ayotzinapa en un acto terrorista cometido el 12 de diciembre del 2011, al incendiar una gasolinera con una bomba molotov. Ninguna Comisión, ONG, procuraduría o sociedad civil se ha interesado en exigir justicia en el horrendo crimen de este inocente que dejó a una viuda, hijos huérfanos, padres lastimados y a una sociedad agraviada. Porque lo quemaron vivo, en un acto terrorista, hay que reiterarlo.

Hartos de Ayotzinapa. Que los padres de los estudiantes desaparecidos los busquen y exijan justicia no tiene discusión. Lo que produce hartazgo es el abuso de los vivales que sacan provecho personal del problema. Felipe de la Cruz, vocero de los normalistas es el peor ejemplo; no perdió a su hijo pero anda a jode y jode montado en el movimiento y cobrando como maestro sin trabajar. Hartos de que los “Chuchos” del PRD, a toda costa, quieran desligarse del crimen de Iguala y pretendan culpar a López Obrador. 

Hartos de que los panistas exijan justicia cuando ellos apoyaron la candidatura de Ángel Aguirre Rivero, parte fundamental del problema. Y en fin, hartos de todos los vivales para quienes lo esencial y substancial del problema consiste precisamente en eso, en conseguir que Ayotzinapa siga siendo un problema.