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Las alarmas que nadie tomó en cuenta
Recientemente, en este espacio, publiqué algunas cifras relativas a la pandemia que desde hace dos-tres décadas la Organización Mundial de la Salud (OMS) prevé puede azotar al mundo. Del contexto de la información disponible concluí que la actual pandemia de COVID-19 provocada por el virus SARS-CoV-2, aparentemente, no es a la que se había venido refiriendo la OMS anteriormente. De esa potencial pandemia cité algunos datos del impacto que podría tener en México, tomados de sendos Acuerdos dictados por el Consejo de Salubridad General (CSG) en 2006 y 2007.
En efecto, en el Diario Oficial de la Federación de fecha 19 de julio de 2006 el CSG mencionó que “de acuerdo con los modelos matemáticos y las estimaciones calculadas, en nuestro País del 15 por ciento al 35 por ciento de la población podría enfermar, ocurriendo la mayoría de los casos en las primeras seis semanas después del inicio de la pandemia”.
Sólo para que se dimensione la notoria diferencia entre la potencial pandemia esperada y la actual de COVID-19, esta última en poco más de un año no ha llegado a enfermar al 3 por ciento de la población y aquélla podría alcanzar entre el 15 y el 35 por ciento y sólo “en las primeras seis semanas después del inicio de la pandemia”.
Un año después, el 3 de agosto de 2007, el CSG publicó un nuevo Acuerdo preventivo sobre el mismo asunto. En esta ocasión, la evaluación hecha al respecto señala que: “En México se esperan entre 25 y 30 millones de casos de enfermos de suscitarse la pandemia, y de éstos el 6 por ciento podrían ser defunciones (1,800,000)”. Hasta ahora, poco después de un año de iniciada la pandemia de COVID-19, el número de decesos es casi nueve veces menor a aquel pronóstico catastrófico, pues oficialmente es de poco más de 205 mil fallecimientos, frente al millón 800 mil mencionado en 2007.
La amenaza de una pandemia con efectos aún más devastadores sobre la especie humana es algo muy documentado y con numerosas referencias. Para no ir más lejos, el libro recientemente publicado por la Dra. Laurie Ann Ximénez-Fyvie, con el título de “Un daño irreparable. La criminal gestión de la pandemia en México”, incluye un apartado en el que la autora da cuenta de algunas de las advertencias o alarmas que se conocieron poco antes de la aparición de la COVID-19. Por cierto, titula ese apartado “Nadie escuchó las alarmas”.
Dice la autora que en 2009 la oficina de anticipación geopolítica de la CIA, el National Intelligence Council (NIC) publicó el informe Global Trends 2025 denominado “A transformed World”, con base en estudios realizados por más de dos mil expertos de universidades de 35 países. Un año después, en 2010, esos estudios se publicaron en forma de libro, accesible al gran público.
Escribe al respecto la Dra. Ximénez-Fyvie que ese libro alertó que “la aparición de una enfermedad pandémica depende de la mutación o del reordenamiento genético de cepas de enfermedades que circulan actualmente, o la aparición de un nuevo patógeno en el ser humano que podría ser una cepa de influenza aviar altamente patógena, como la H5N1 u otros patógenos, como el SARS-CoV-1, que también tiene ese potencial”.
La misma autora refiere que en 2017 el periodista Ignacio Ramonet dio cuenta de un reporte elaborado por el Pentágono para el presidente Donald Trump. Las señales de alerta muy explícitas contenidas en ese informe no sólo no fueron objeto de atención sino que aun provocaron la toma de decisiones en sentido contrario. Como fue la desaparición del Comité de Protección de la Salud Global y Biodefensa, presidido por el almirante Timothy Ziemer, un prestigioso epidemiólogo con importantes responsabilidades en la materia durante la administración del gobierno de George W. Bush.
Más todavía, apenas en septiembre de 2019 –escribe la autora en cita— cuando la pandemia de COVID-19 estaba ya en los umbrales del mundo, la propia OMS emitió una alerta en la que dijo: “Nos enfrentamos a la amenaza muy real de una pandemia fulminante, sumamente mortífera, provocada por un patógeno respiratorio que podría matar de 50 a 80 millones de personas y liquidar casi 5 por ciento de la economía mundial. Una pandemia mundial de esta escala sería una catástrofe y desencadenaría caos, inestabilidad e inseguridad generalizadas. El mundo no está preparado” (ob. cit. pág. 60).
Pasó inadvertido el grito de alarma. Ahora la pregunta que se impone es: ¿la pandemia de COVID-19 es la que se esperaba o se trata de otra de mayor letalidad?