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Land Art, La tierra como lienzo
Desde inicios del siglo XX los artistas comenzaron a tratar de alejarse de las prácticas académicas del arte y para ello buscaron nuevas formas de expresarse, utilizando materias primas, técnicas y discursos hasta entonces inexplorados, desdibujando las barreras entre cada disciplina.
Y así como algunos creadores modificaron la pintura y la escultura hasta dejarla en la más pura abstracción, tan sólo forma y color, mientras que otros comenzaron a retar
al sistema del arte introduciendo en la galería objetos inusuales y llamándolos, como inodoros, otros encontraron la respuesta en la naturaleza.
Con la intención de sacar el arte de las galerías, las casas, los lobbys e incluso de las plazas y llevarlos a espacios donde su valor comercial fuera más difícil de discernir, estos artistas regresaron a las raíces primitivas de la humanidad y comenzaron a modificar el paisaje.
El movimiento conocido principalmente como land art surgió en los 60’s y 70’s como una protesta a la comercialización del arte en América. Sus exponentes trabajan principalmente con materiales vegetales y geológicos, creando desde jardines hasta esculturas inmensas en la mitad de un desierto, aunque también hay ejemplos de intervenciones con materiales más industriales en la tierra.
Alan Sonfist es considerado el pionero de esta forma de expresión. Con “Time landscape” (1978) abrió la puerta a otros creativos en el recién nacido land art y llamó la atención de críticos y consumidores de arte, aunque las obras no son populares entre las audiencias más generales.
En la pieza él replantó en un jardín de Nueva York varias especies de árboles y arbustos nativos del área durante el período pre-colonial, incluidos abedules, cerezos negros, avellanos, enebros, robles, olmos y fresnos, en un discurso ecologista sobre la preservación de la naturaleza y la manera en cómo las urbes consumen el paisaje natural.
Sin embargo, el más destacado de los artistas del land art es sin duda Robert Smithson, cuya “Spiral Jetty” (1970) es una de las más reconocidas obras de este particular medio.
La espiral, ubicada en la costa del Gran Lago Salado, en el desierto de Utah, hecha con rocas de basalto mide en total 4 metros de ancho por 450 metros de largo y fue construida en ese lugar para aprovechar las mareas, las cuales la mantienen, durante temporadas bajo, el agua, como una alegoría a la forma en que las obras de arte cambian a través del tiempo desde el momento en que concluye su realización.
La participación de las mujeres en este movimiento es importante, pues a diferencia de los medios tradicionales y académicos del arte, en estas nuevas formas de expresión —tanto el and art como todo el arte moderno y contemporáneo—, la inclusión de artistas del sexo femenino no sólo fue aceptado, sino también promovido.
El trabajo más destacado de Nancy Holt es una intervención del paisaje con cuatro pipas de concreto, colocadas sobre el suelo formando una equis y orientadas para que el sol les atraviese durante los solsticios de verano e invierno.
Mucho del trabajo en el land art se combina también con la fotografía, que permite a los espectadores que no pueden acudir al sitio a observar la obra —probablemente la manera más comercializable de este arte—. Holt, por ejemplo, pasó varios días acampando en el desierto de Utah después de terminar esta obra, fotografiando los cambios de la luz en ella.
Sus “Túneles de sol” (1974-76) también poseen cavidades perforadas en sus paredes, a través de las cuales se proyecta luz en el interior durante el día, representando las constelaciones de Capricornio, Columba, Perseo y Draco que durante la noche son visibles a simple vista.
Por su parte, Agnes Denes decidió ponerse más política en su trabajo de 1982 “Campo de trigo - un Confrontación”, en el cual compró un lote en Manhattan, donde plantó un campo de dicho cereal, a tan sólo unas cuadras del antiguo World Trade Center.
La cubana Ana Mendieta mezcló el land art con el performance a través de sus obras en las que dejaba su cuerpo marcado sobre el suelo, al tiempo que se cubría de hojas, ramas y flores, en un acto ritualístico con el que buscaba conectarse con el entorno natural. Esta serie, llamada “Siluetas”, la desarrolló entre 1973 y 1980 en playas, sitios arqueológicos y otros lugares principalmente de México.
En contraste, Francis Alys, artista belga radicado en México, conocido por sus performance en los que pone en evidencia la inutilidad de ciertas acciones —en su obra “A veces hacer algo lleva a nada” recorrió las calles de la Ciudad de México empujando un cubo de hielo hasta que se derritió—, en 2002 buscó “desromantizar el land art” con su obra “La fe mueve montañas”.
Realizada en las afueras de Lima, Perú y con el apoyo de cientos de voluntarios equipados con palas, en el transcurso de un día de intenso trabajo, paleando la arena del desierto, movieron una duna entera una pulgada.
Aquí Alys realizó también un discurso político, pues la obra se realizó durante los últimos meses de la dictadura de Fujimori. De acuerdo con el artista en el performance/land art “el más aparente cambio mínimo fue realizado con el uso del mayor esfuerzo colectivo”.
El land art es sólo una más de las expresiones contemporáneas del arte, otra más de las opciones que los artistas han creado para expresar su modo de ver el mundo y lanzar preguntas a la audiencia, una forma de grandes dimensiones, pero poco conocida entre las masas.