La verdadera tragedia

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La verdadera tragedia

La fiesta de los Juegos Olímpicos “Rio 2016” son una diversión adicional que recibimos cada cuatro años. Es un largo paréntesis que nos ‘divierte’, es decir nos saca de nuestra rutina cotidiana, nos insinúa expectativas inesperadas como la consecución de algunas medallas, nos deslumbra con las hazañas deportivas inconmensurables y nos absorbe de nuestra realidad no tan festiva. Es una inyección de alegría, de admiración y de sorpresa para muchos, aunque no para todos.

También nos aleja artificialmente de las difíciles realidades que intoxican la vida cotidiana y que han hecho del “sálvese quien pueda” la tarea más importante de la vida moderna. Las crisis cada vez más recurrentes del mundo internacional desde el terrorismo hasta la amenaza de un sociópata como Donald Trump, pasando por el imperio del narcotráfico internacional, la codicia de los millonarios, el deterioro climático y ecológico que envenena a ciudades enteras, son unas cuantas epidemias que asesinan a mas millones de seres humanos que todas las guerras que ha presenciado el planeta.

La realidad humana de nuestro País participa de los mismos instintos de genocidio global con el agravante de que todos han sido impunes: desde el 2 de Octubre del “68”, pasando por Aguas Blancas, Allende y Piedras Negras Coahuila, los inumerables cementerios clandestinos, los miles de desaparecidos, secuestrados, mujeres violadas y asesinadas… Y tantos crímenes que diariamente denuncian los medios desde hace décadas, y que tranquilamente escuchamos como si esta cultura del genocidio fuera consanguíneo de nuestro contexto social, de tal manera que en nuestra manera de pensar lo inhumano ha sustituido a lo humano.

En este contexto inhumano de “sálvese quien pueda”, en el que el “delirio de persecución” no es  un signo de enfermedad mental sino una actitud indispensable para sobrevivir, es perfectamente explicable que nadie confíe en los políticos ni en sus partidos (obviamente ni los mismos políticos), que tanto la Suprema Corte de Justicia, como los procuradores, los gobernantes y legisladores incluyendo al Presidente de la República carezcan de credibilidad no solo en su buena fe, sino en su aptitud para resolver esta marea genocida que nos ahoga con su mierda.

A esta nuestra realidad se le añaden 53 millones de pobres, millones de desempleados y otros millones de empleados con un miserable salario mínimo que necesitan que la madre abandone a sus hijos para poder comer, 35 millones de niños que reciben una educación tan deficiente que apenas alcanzan una calificación de 3… Y la cereza del pastel: los miles de corruptos cuyas fortunas son totalmente explicables pero que gozan del privilegio sagrado e intocable de la impunidad.

Esta es la verdadera tragedia de México, no una simple derrota de nuestros atletas olímpicos que ni son incompetentes ni corruptos, sino que llevan años dedicados a ser los mejores.