La verdadera historia del Exorcista

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La verdadera historia del Exorcista

Foto: Archivo

El sacerdote José Luis del Río es el exorcista local y no tiene mucha competencia. Su oficio es todo un arte y requiere autorización de la jerarquía católica. 

Los sacerdotes católicos son los únicos que pueden hacer el trabajito, lo que demuestra la fuerza de sus rituales. El mejor truco del diablo es haber hecho creer que no existe. A las personas que creen en su existencia se les tacha de supersticiosas, anticuadas, ignorantes. 

El exorcista José Antonio Fortea narró un caso famoso de posesión diabólica que inspiró la película El Exorcista. Lo que pasó en la vida real fue tan extraordinario, que los que hicieron la versión cinematográfica decidieron cambiarlo porque consideraron que nadie lo iba a creer. 

En la película el sacerdote muere al final, lo cual no fue así. El vómito verde que aparece en la película tampoco, aunque otras cosas sí. 

Lo que en realidad ocurrió fue más escalofriante. Fue en la ciudad de Mount Rainier, Estados Unidos, en 1949. Un niño con el seudónimo de Robbie jugaba a la Ouija con su tía Harriet, una espiritista. Cuando la tía muere, el niño intenta contactarla mediante la Ouija. A partir de ahí comenzaron las cosas extrañas: 

Al irse a dormir oía pasos junto a su cama, colchón y sabanas levitaron. Durante el día, objetos y muebles pesados se deslizaban por el aire o se volcaban solos. Sus parientes podían ver girar vertiginosamente las sillas en que Robbie se sentaba. Después sobre el pecho del niño aparecieron unos arañazos que formaban mensajes: Hell (infierno), Spite (rencor) en forma, o con un cuchillo. 

El cuerpo de Robbie parecía un tablero de Ouija. El padre Bawner empezó el proceso de exorcismo. Conforme avanzaba la batalla, a los períodos de crisis se sucedían estados de calma en los que el chico proyectaba un aura siniestra que los exorcistas llaman “el roce de Satanás”. 

La liberación del demonio en la última sesión fue así: El demonio que hablaba a través del niño, con una voz horrible, llena de odio, dijo:

No me iré hasta que sea pronunciada cierta palabra, pero el niño jamás la dirá. No es suficiente, debe decir una gran palabra me refiero a una gran palabra. Nunca diré esa palabra, nunca diré esa palabra. 

El exorcismo prosiguió y de pronto el chico habló con una voz en un tono claramente autoritario y al mismo tiempo digno. El poseso dijo:

Soy San Miguel y te ordeno Satán que abandones el cuerpo en el nombre de Dominus, inmediatamente, ahora, ahora. Dominus en latín significa señor. 

Se oyó un sonido que describieron como una detonación muy fuerte y que escucharon muchas personas en el hospital de los hermanos de San Alejo en San Luis, personas que no sabían que se estaba practicando un exorcismo, trabajadores que incluso estaban en las oficinas del hospital. En ese momento el poseso quedó liberado y volvió en sí. 

El chico no se acordaba de nada, pero sí que recordaba una visión de San Miguel luchando con Satanás. Curiosamente, ese mismo día a esa misma hora en que salió el demonio, esa misma visión fue vista al otro lado de la ciudad, en la Iglesia de San Francisco Javier por varios sacerdotes jesuitas, los cuales afirmaron haber visto súbitamente una intensa luz que iluminó el altar principal y la bóveda sobre el altar, y en la que se veía a San Miguel luchando con Satán. 

Fortea concluye así: “Pienso que ese caso con muchos fenómenos extraordinarios y que tuvo un gran impacto en la prensa su tiempo, fue permitido por Dios para concienciar a esa generación de la veracidad de este fenómeno de la posesión, de la realidad de la existencia del demonio y el poder del exorcismo, la existencia de Dios y la posibilidad de la condenación”.  

jesus50@hotmail.com