La verdad, cualquier verdad

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La verdad, cualquier verdad

El periodismo tiene esa capacidad, la de servir como guardián de aquellos cuyo poder, ya sea público, económico o religioso, afecta a los ciudadanos

No soy periodista, tampoco reportero. ¡Qué más diera yo por tener ese oficio que no pude heredar de mi madre! En lo personal, soy solo alguien que escribe desde hace años en las páginas editoriales de VANGUARDIA sobre lo que cree, lo que me gusta, lo que no me gusta y hasta lo que me disgusta.

Me considero de pensamiento liberal y progresista, pero sobre todo creo en el libre albedrío. Apoyo la libertad sexual, el matrimonio igualitario y el derecho de la mujer a abortar. He denunciado los escándalos de pederastia de ministros de la iglesia y como nos hemos matado por milenios por imponer una fe sobre otra. 

Soy un apasionado de la música, el cine, la ciencia, la tecnología y todas las formas de cultura, y sobre eso escribo en este mercado de ideas. Pero no siempre fue así. En algún tiempo, oscuro por fortuna ya superado, escribí textos de los cuales hoy me avergüenzo. Eso no sucederá más.

Y es que el periodismo se trata de contar historias con un propósito: la búsqueda de la verdad y de todas las verdades, incluso las de las leyes de la ciencia. Pero a pesar de ello, no creo en la imparcialidad o la neutralidad como principio básico del periodismo. Hasta ahora, no he encontrado un solo ser humano que sea objetivo, un concepto que no implica que los reporteros o periodistas estén libres de sesgo pues, al final, son humanos y, como usted y como yo, tienen filias y fobias.

Pero lo que sí deben ser objetivos son los métodos periodísticos, las pruebas, los datos duros, las fuentes de información y la disciplina de verificarla, algo que al final sirve para que los prejuicios personales y culturales no contaminen el trabajo de investigación periodística. Es eso lo que separa al periodismo de otras formas de comunicación, como es la propaganda o la ficción.

Usted puede encontrar en las páginas de VANGUARDIA trabajos que no dejan lugar a dudas del rigor intelectual de periodistas y reporteros como Luis Carlos Plata, Víctor S. Peña, Ricardo Mendoza, Jesús Peña Sánchez, Roxana Romero y Quitzé Fernández, guardianes de la verdad documentada.

Este oficio tiene esa capacidad, la de servir como guardián de aquellos cuyo poder, ya sea público, económico o religioso, afecta a los ciudadanos. Un poder que debe ser denunciado cuando abusa o coarta las libertades humanas.

Esas libertades estuvieron en riesgo en el escándalo de Watergate publicado por el “Washington Post”, que provocó la renuncia del único Presidente de ese país que lo ha hecho: Richard Nixon. O las violaciones a los derechos humanos de la CIA en la prisión de Abu Ghraib, expuesta por reporteros del programa “60 Minutos” de CBS, y los abusos pederastas de la Iglesia católica que hizo públicos el periódico “Boston Globe”.

Lo mismo sucede con “O Globo”, periódico de Sao Paulo, en Brasil, que sacó a la luz una historia en desarrollo, la del caso de Petrobras, Dilma Rousseff y el expresidente Lula da Silva, redentores que al final no lo fueron. 

Ha sido también gracias a trabajos periodísticos que conocimos escándalos de corrupción no solo en el ámbito gubernamental, sino en entes como la FIFA y empresas privadas. O el caso #PanamaPapers, sobre el trabajo del bufete de abogados panameño “Mossack Fonseca” para gestionar activos offshore de sus clientes, difundido a todo el mundo por el Consorcio Internacional de Periodismo de Investigación.

Hoy, cuando el mundo está inundado de información y luego del surgimiento de las redes sociales y la era digital, hay quienes ponen en duda el futuro de los periódicos impresos. Es verdad, la tecnología ha cambiado el nombre del juego, pero la confianza en el buen periodismo no, por lo que las redes además de fortalecer la posición de las personas, ayudan al periodismo en contra de la censura que aún persiste.

Termino con lo que dijo Svetlana Aleksiévich, la bielorrusa que se convirtió en la primera periodista en obtener el Premio Nobel de Literatura: “Me dedico a lo que he denominado la historia omitida, las huellas imperceptibles de nuestro paso por la tierra y por el tiempo. Escribo y recojo la cotidianidad de los sentimientos, los pensamientos y las palabras. Intento captar la vida cotidiana del alma”. Eso es el periodismo, la búsqueda de la verdad, cualquier verdad.

@marcosduran