La venganza de Van Gogh

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La venganza de Van Gogh

Allí se quitó la vida y allí el párroco de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción se negó a oficiar el funeral. / Internet
Auvers-sur-Oise habría sido un bello pueblo sin más historia si no hubiera sido porque un tal Vincent van Gogh apareció por allí a finales de julio de 1890.

Vincent van Gogh buscó el norte para morir. Abandonó el sur de Francia y se estableció a 30 kilómetros de París, en un pequeño pueblo llamado Auvers-sur-Oise. Allí sufrió una fiebre creativa: 60 lienzos en 70 días. Hasta que se suicidó. Allí inmortalizó sus gentes y sus esquinas; entre ellas la iglesia del pueblo, hoy mundialmente conocida gracias a su pincel. El otoño pasado, una tormenta destruyó su techo y movió un pilar. La iglesia está en peligro y el pueblo ha lanzado un llamamiento para repararla. El templo le negó un funeral católico al suicida. Ahora, es el nombre de ese repudiado el que puede salvarla.

Auvers-sur-Oise habría sido un bello pueblo sin más historia si no hubiera sido porque un tal Vincent van Gogh apareció por allí a finales de julio de 1890. En apenas dos meses y medio, hasta que se quitó la vida, dejó una huella indeleble. Dar un paseo por las empedradas calles de esta villa es cubrir un hermoso recorrido pictórico en el que comparar la realidad con la mirada impresionista del maestro holandés.

Allí se quitó la vida y allí, según rezan los carteles estratégicamente situados en el pueblo, el párroco de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción se negó a oficiar el funeral. El hermano del pintor, Theo, tuvo que rectificar las invitaciones.

Una tormenta en octubre pasado dañó gravemente la iglesia. Con 600.000 euros se resolvería el problema, pero la alcaldesa, Isabelle Mézières, asegura que su pequeño municipio (6.800 habitantes) no dispone de tal suma. “Tenemos una responsabilidad financiera desmesurada. Por eso nos estamos dirigiendo al mundo entero”, explica.

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Un año después de la tormenta el dinero no ha llegado todavía. Ni un duro de subvención oficial y una insuficiente respuesta ciudadana (13.100 euros) a la colecta pública abierta por la Fundación del Patrimonio. “No crea que es tan poco”, explican en este organismo. “Para lograr más dinero hay que hacer actividades y no se ha hecho todavía ninguna. Es el Ayuntamiento el que tiene que ponerse a ello”.

La iglesia es un sencillo templo construido entre los siglos XII y XIII. La tormenta destruyó parte de la techumbre y movió peligrosamente uno de los pilares. Sigue abierta al público con zonas acotadas. La reparación es urgente, pero no es el único rincón del pueblo que hace aguas. El entorno de la iglesia necesita un repaso, el camino hasta el cementerio también y el propio camposanto, donde reposan los restos de Vincent van Gogh y su hermano Theo, sufre filtraciones y carece de seguridad alguna. Es parte del encanto de Auvers-sur-Oise, esa sensación de estar hallando un tesoro en lugares tan sencillos, pero hay inquietud en el pueblo. Hasta 200.000 personas peregrinan hasta este lugar atraídos por el autor de Los girasoles y los escenarios se desmoronan.

La alcaldesa habla del triángulo de oro, compuesto por el albergue Ravoux, en cuya habitación número cinco, conservada tal cual, murió el pintor, la iglesia y el cementerio. Este último es el segundo más visitado de Francia, después del de Père-Lachaise, en París, según asegura Dominique Janssens, el presidente del Instituto Van Gogh, situado en el albergue Ravoux. Ahí, en el porche, las mesas, sillas y vasos que utilizaba el pintor han quedado fijadas como una escultura viviente.

Reparar el cementerio costaría otros 600.000 euros y justamente esta semana Janssens ha recibido la buena noticia de la cooperación del Museo Van Gogh de Ámsterdam. El mes que viene empezará la campaña internacional. Se pueden ya recoger fondos a través de métodos seguros de pago por Internet y se han instalado en el lugar máquinas para aportar cómodamente pequeñas cantidades con tarjeta o con móvil. “Confiamos en el crowdfunding para conseguir los fondos”, explica Janssens. La lluvia sigue filtrándose desde el tejado de la iglesia de vez cuando. “Todo lo que viene del cielo es bueno”, ha dicho párroco el pueblo, Pierre Machenaud, “pero esto…”.

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