La vacuna, la ciencia y el aprendizaje

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La vacuna, la ciencia y el aprendizaje

Estamos en la recta final de un año caótico. Un año que no olvidaremos, aunque quisiéramos olvidar.

Mañana lunes llegará a Coahuila la vacuna contra el COVID-19 de la farmacéutica Pfizer. Sin duda un logro impresionante para la humanidad haber logrado desarrollar la vacuna en menos de un año, cuando para otras vacunas se han necesitado no menos de cinco años.

En ese sentido, la enseñanza, entre muchas otras que debería dejar la pandemia que todavía no termina, es la apuesta a la ciencia.

Nos cansamos de escuchar de los políticos que las decisiones estaban basadas en ciencia y no en temas políticos, aunque se escucharan y fueran como políticos. Fueron pocos científicos –al menos en México– que tuvieron espacios en medios, que tuvieron el reflector. En un país como el nuestro, donde todo tiene relación con la política, un problema de salud no podía ser diferente. El problema es que éste ya costó más de 100 mil muertos.

Todos –o casi todos– deseábamos la vacuna, un producto de la ciencia para regresar a la normalidad. Pero cuando la ciencia nos dijo que no hiciéramos algo, no hicimos caso: cuando la ciencia nos dijo quédate en casa, decidimos salir; cuando la ciencia nos dijo usa cubrebocas, decidimos llevarla de adorno.

El desdén a la ciencia es grande. Y viene de diversas alas: desde el Presidente que no cree en cubrebocas y geles antibacteriales, el alcalde que en sus facultades decide no aplicar medidas restrictivas, hasta el ciudadano que hace caso omiso a indicaciones y prefiere ir a un festejo masivo.

El desdén a la ciencia se exhibe cuando a nivel federal se han recortado presupuestos al área. Hay que recordar la extinción de los fideicomisos a la ciencia como un duro golpe, pero que no será el único: el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas (CEFP), reveló que para el próximo año, el gobierno prevé destinar 2.1 por ciento menos recurso a Ciencia, Tecnología e Innovación. El presupuesto más bajo de la última década. Y hay que recordar que ya para este año se había registrado un fuerte recorte al financiamiento de la investigación científica.

En un momento en el que la ciencia, se podría decir que nos salva, el País destina la menor cantidad a ese rubro. Y no parece existir arrepentimiento.

AL TIRO

A nivel estatal no hay mucha diferencia: el Consejo Estatal de Ciencia y Tecnología (Coecyt) tuvo un presupuesto de 12.6 millones de pesos para este año, una migaja comparado con otras dependencias o áreas del gasto público. Lo que se dedica al Coecyt es apenas el 0.5 por ciento de lo que se destina a las ayudas sociales.

En Torreón, por ejemplo, el Parque de Innovación Tecnológica de Torreón (PITT) ha quedado casi como elefante blanco pues hasta el momento, y después de años de ideación del proyecto y de construcción, el parque ha servido para poca cosa. La falta de promoción, inversión y visión ha provocado que el complejo esté estancado y sin interés por inversionistas.

La pandemia debería dejar esa enseñanza entre los gobiernos, principalmente uno como el mexicano: apostar por la ciencia es apostar por la vida. Apostar en cambio por otros rubros, todos sabemos cuáles, es apostar por fines políticos.

Pero quizá el día de mañana, después de aplicar las vacunas de todas las farmacéuticas y que la ciencia nos haya regresado “la normalidad”, cambien las políticas públicas y se destinen más recursos para la construcción de laboratorios o centros de investigación, se otorguen más becas a investigadores y científicos y menos a programas asistencialistas.

Quizá después de que la vacuna haya sido esparcida en todo el País, entendamos la necesidad de dotar de difusión a la ciencia y a la tecnología, de entender la necesidad de contar con más espacios en las escuelas, en las bibliotecas, en los espacios públicos y hasta en medios de comunicación.

Quizá, esa, entre muchas otras que seguro existen, será una enseñanza de la pandemia.