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La UE sella un nuevo pacto con Reino Unido
BRUSELAS.- La excepcionalidad británica alcanza un nuevo hito. Reino Unido selló en la noche de ayer, tras un maratón negociador de más de 30 horas, un acuerdo con la UE que consolida el estatus especial de Londres en el club. Su primer ministro, David Cameron, hará campaña a favor de quedarse en la Unión en el referéndum de junio. Pese a las resistencias de París en asuntos económicos y del bloque del Este en lo relativo a la inmigración, Cameron sale ganador en ese pulso: obtiene un triunfo simbólico al desmarcarse de la “unión cada vez más estrecha”, y consigue luz verde a la discriminación de los trabajadores en función de su pasaporte.
El excepcionalismo británico puso este viernes a la UE ante la tesitura de ofrecer concesiones a Londres o lidiar con una potencial —y destructiva— salida de Reino Unido del club europeo. Los líderes de los Veintiocho eligieron, como estaba previsto, las concesiones: tras dos largos días de tensa negociación —y una buena dosis de teatro para que cada cual pueda vender el pacto a su opinión pública en función de sus intereses— acordaron el nuevo traje a medida de Londres para que el Gobierno de David Cameron haga campaña a favor del sí en el referéndum previsto para el 23 de junio. El acuerdo estaba atado y bien atado. Quedaban un puñado de detalles técnicos y la inevitable escenificación: el pacto contiene mucha hojarasca, pero también un cambio crucial que puede modificar el contrato social europeo, con medidas que afectan a la libre circulación de personas y al principio de igualdad de derechos. Cameron se lleva el gato al agua para tratar de frenar la entrada de inmigrantes que, supuestamente, ponen en peligro el Estado del bienestar europeo: la UE permite desde este sábado a Londres discriminar a los trabajadores en función de su pasaporte.
El pacto estaba sellado en lo que concierne a la economía y la banca, en la activación de un pseudoveto para la nueva legislación que no guste en las islas, incluso en lo relativo a los elementos simbólicos para dejar claro que
Londres no cree —nunca lo hizo— en aquello de “una unión cada vez más estrecha”. Pero costó sacar adelante la fumata blanca en lo esencial: Cameron quiere limitar los derechos de los trabajadores inmigrantes. Los países con más tradición migratoria, en particular los del Este, se resistieron hasta el final a ceder sin limitar al máximo los daños. Y lograron diluir algunas de las peticiones de Cameron: finalmente las limitaciones tendrán un plazo máximo de siete años, frente a los 13 que reclamaba Londres.
Cameron llevaba semanas preparando esta cumbre, junto con los presidentes de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, y del Consejo Europeo, Donald Tusk, que le han ofrecido soluciones en todos los ámbitos para evitar el temido Brexit. La canciller alemana, Angela Merkel, llevaba días reclamando un acuerdo generoso para que Cameron haga campaña a favor de Europa. Con esos mimbres y a la vista de la enorme debilidad de un proyecto europeo en crisis permanente, nadie se atrevió a amagar con ejercer esa tradición tan británica como es el veto a los acuerdos más controvertidos. Aun así, el pacto costó más de lo previsto: el llamado grupo de Visegrado —
Polonia, República Checa, Eslovaquia y Hungría— no acababa de aceptar los detalles relativos al asunto migratorio. Esos países querían menos alfombra roja para Cameron, conscientes de que eso hubiera supuesto un problema en casa.