La tregua que ofrecen las esferas y otras líneas

Usted está aquí

La tregua que ofrecen las esferas y otras líneas

A Haidy, a quien extraño tanto

1. Silencio a los ojos. Silencio. La niebla detiene la mirada en su avidez.

2. Aquí la tregua que ofrecen las esferas antes del ardor que viene.

3. Pencas como cuencos donde cae el agua del cielo.

4. Blandos cristales se entregan. Brillan suspendidos sobre las telarañas.

5. Pulidos diamantes decoran los agaves.

6. Los charcos miran en las nubes, ese otro rostro que tuvieron.

7. Suave y húmeda, nutrida es esta tierra en el desierto.

8. Pido prestado el silencio del puma: ando sobre la mullida alfombra de clorofila dejada por la lluvia.

9. Milimétricas flores miran hacia abajo a causa del peso de las gotas.

10. Helechos y sus formas en concéntricos puntos, dan forma al infinito.

11. Pálidas hojas se adornan con el helado sudor del aire.

Diez líneas escritas sobre el agua mientras andamos en este pedazo del mundo que visita el sonido del grillo y el ave. Duermen abajo los hombres. Aquí arriba las arañas también contemplan. Y sin deseos estoicos -pero parece-, vibran las legiones de piedra.

Estar en la pausa del agua suspendida, mirar solo lo cercano, hace posible ver claro que es esta corteza agreste lo que nos sostiene; que el mundo humano apenas puntea, gravita sobre esta vida que se da.

Es este aroma y los mapas de tierra remojada deslizando por nuestro cuello, por nuestros codos, es esto, el cordón invisible y áureo que nos ampara. Somos del suelo que pisamos. A él nos avenimos en cada viaje o estancia. No importan las coordenadas. Somos de donde estamos, aunque fugaz sea  la cuenta de la estancia, o entregue por resultado varias lunas de vivir él. O varias vueltas del sol.

Preparemos como el nopal que es cuenco, nuestra vida. Guardemos agua. Que la tregua en el desierto, pronto termina.

 

claudiadesierto@gmail.com