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La transversalidad de los cronistas
El poder de la palabra es innegable y cuando se hilvanan palabras en una crónica este poder se acentúa. Hace cinco siglos, el cronista Bernal Díaz del Castillo, autor de “Historia Verdadera de la Conquista Verdadera de la Nueva España”, realizó relatos sobre las imágenes que observó de la gran Tenochtitlán, de los volcanes adyacentes, de la belleza de los lagos, dialogando con las construcciones, comparando la magnitud de la ciudad mexica con las principales ciudades europeas, esa crónica hoy día es de lo más valioso que podamos encontrar sobre los acontecimientos que iniciaron el mestizaje para construir lo que es México. Los cronistas de la segunda mitad del siglo 16, del siglo 17 y del siglo 18 no difieren mucho de los cronistas de la actualidad porque todos engarzan historias y relatos, tal y como lo expresó el capitán Alonso de León quien llegó con los colonizadores del Nuevo Reino de León: “según lo tengo visto y andado”.
Los cronistas hablamos de lo que ocurre en nuestro contexto inmediato con la honradez de quien describe de manera fiel, de quien se compromete con su pluma a no comunicar información ambigua; no olvidemos que la crónica es fuente de la historia, aunque a mi parecer tiene una gran valía porque precisamente está inserto de primera mano con los sucesos, y los sucesos ocurren en un medio ambiente concreto y en poblaciones específicas.
Hasta hace poco, durante la segunda mitad del siglo 20, el cronista tenía la función de escribir una monografía con aspectos históricos y geográficos, sin embargo, la mayor parte de quienes ejercemos la práctica de la crónica estamos centrando nuestro esfuerzo en las personas y personajes, en los hechos y en las situaciones problemáticas que vive nuestra sociedad. Así las cosas, producimos relatos vivos que retratan con nitidez la realidad. En la Asociación Nacional de Cronistas de Ciudades Mexicanas (Anaccim) se hizo recientemente el ejercicio de escribir sobre la pandemia que aún estamos viviendo.
Más de 40 relatos, coordinados por el tuxtleco Roberto Fuentes, en los que cronistas de todo el País y de América Latina comparten su experiencia en “Miradas de pandemia en crónicas”. Podrán imaginar la fuerza de los relatos sobre cómo se apreció en muchas comunidades la tragedia que conllevó el COVID-19.
Pero el cronista también, a través de sus textos, puede apoyar los propósitos de la educación ambiental y la conveniencia del turismo biocultural; los cronistas no somos propiamente profesionales del ambientalismo o de la conservación del patrimonio, pero nos preocupa de sobremanera la condición en que se encuentran los ecosistemas de la biodiversidad de los espacios que habitamos, y por ello nos involucramos para hacer un llamado para defender los ríos y montañas, la flora y la fauna del territorio en el que vivimos
En mi caso, impulsé desde el 2018 con el apoyo de la fundación Mundo Sustentable la creación del área Natural Municipal Protegida Cañón y Sierra de Bustamante en el Pueblo Mágico de Bustamante, Nuevo León, esto implicó la confluencia de educadores ambientales, de biólogos y de expertos en turismo de naturaleza.
Estuve ofreciendo talleres sobre temas de sustentabilidad en los pueblos mágicos de San José de Gracia y de Calvillo, Aguascalientes, en paralelo al magnífico congreso “Crónica, educación ambiental y turismo biocultural”, y me percaté de lo poderosa que puede ser la dupla entre los cronistas municipales y los presidentes de los Comité Ciudadano de Pueblos Mágicos.
Lo anterior significa que el cronista tiene una participación transversal en campos de actuación diversos, como en el del turismo, el de la educación ambiental y por supuesto el de la historia. Apoyemos la labor de los cronistas, la mayor parte de ellos trabajan de manera honorífica.