La transformación inevitable
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La transformación inevitable
Las imágenes y las ideas sobre la política mexicana hoy se imponen y sobreimponen como fotografías incómodas que sustituyen a las familiares, las educativas y las que reflejan el espíritu que vibra en cada niño y en cada persona. Solamente las promociones comerciales se revelan y tratan de posicionarse.
Es la imaginación colectiva, llena de preguntas sin respuestas claras: ¿Qué sucederá con el nuevo aeropuerto? ¿Qué dictaminará la nueva Cámara de Diputados? ¿Se llevarán a cabo las propuestas de AMLO de los diferentes subsidios a jóvenes y ancianos, o las reducciones de salarios y transmigración de Secretarías? ¿O el conflicto incipiente de las universidades será “flor de un día”, o la semilla de otra “conflagración política” que distrae de otros asuntos mucho más importantes que se están cocinando discreta y políticamente? Como son los de la seguridad pública, las negociaciones entre los políticos poderosos y la poderosa iniciativa privada, el equilibrio de poder entre lo que queda de los antiguos partidos políticos, el poderoso caudillo y su movimiento y los siempre poderosos sindicatos.
En esta oscurísima realidad, política de lanzamientos de curvas zigzagueantes verbales y rectas invisibles por su velocidad de expresión, la voz de los gobernadores soberanos no se emite ni mucho menos se escucha una opinión o sugerencia para el nuevo régimen. Simplemente se esconden calladitos para verse más bonitos ¿es esto federalismo?, ¿planeación y ejecución de la democracia o simplemente un conjunto de ovejas obedientes sin ideas ni propósitos de cambio.
Asombra como está gastada de tanta repetición estéril y adulatoria la frase de “pasará a la historia”. Esa prometida “transformación histórica” tiene pendientes a los ciudadanos como un estreno próximo de una película épica que todos –incluyendo a los gobernadores– quisiéramos “disfrutar” –y que no resulte una de terror– desde nuestra butaca como buenos espectadores hambrientos de palomitas.
No dudo que vaya a haber cambios de personajes políticos en el escenario, pero desconozco si habrá cambios en los desconocidos que están tras bambalinas. No dudo que habrá propuestas de políticas diferentes y modificación de estructuras y organigramas. Lo que ignoramos son las motivaciones reales de los cambios y de los nombramientos, los indicadores de bien-ser, bien-educar y bien-colaborar con el bienestar democrático.
Esta “transformación”, que sin duda alguna requiere el País para ser más sabio, más culto, más sano y más rico, exige un cambio no solamente de sus conductas y actitudes, sino de su mente y de su espíritu. Es una larga transformación que enfrenta dos caminos: es impuesta por AMLO o es autoimpuesta por los ciudadanos.
Si es impuesta tendrá todos los adversarios, incluyendo la grilla de las tribus morenas. Si es una transformación social “autoimpuesta” por el convencimiento ciudadano será muy lenta y abrumada de diferencias que habrá que integrar democráticamente sin argucias ni politiquerías.
Hace décadas que cada ciudadano ha ido escribiendo una humilde historia de transformación en este País. Escribir la historia y la transformación es inevitable. De nosotros depende que la próxima sea para bien de todos o de unos cuantos, en medio de esta cotidiana obscuridad política.