La traición de los ojos cerrados

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La traición de los ojos cerrados

En septiembre, mes patrio, resuenan los cohetes, los gritos y los cañonazos de salva que celebran el inicio de nuestra Independencia, (aunque no celebran el final de la misma que históricamente sucedió en 1821… acontecimiento que no se celebra aún hoy). 

En nuestro actual 2020 también resonaron los cañonazos en el Zócalo vacío y sin gritos de multitudes debido a la dictadura de la pandemia y no por falta de ganas de los ejecutivos en turno. 

Sin embargo hace unos días fuimos sorprendidos por un cañonazo político que cimbra y retiembla en su centro al férreo sistema gubernamental del Presidente y su equipo de trabajo, y hace que los ojos ciudadanos casi se salgan de su órbita ante lo increíble de que a partir de ese día pueda regresar la credibilidad tan desgastada del sistema político mexicano.

El cemento que amarra a todos los ladrillos de un partido político en el poder es la lealtad. No es lícito gozar de sus privilegios sin una disciplina vertical, casi militar, sin una “lealtad ciega”. Es conocida la traición a la verdad con el chiste mil veces repetido: “¿Qué horas son?”, la respuesta partidista, burocrática y políticamente correcta, siempre será (a reserva de perder el puesto o la cabeza), “las que usted ordene, señor Presidente”.

En el actual régimen presidencial se han ido sumando las renuncias de Secretarios de alto nivel como el de Hacienda, el de la SCT, el de la Semarnat, el del IMSS. Es curioso que ninguno adujo el “clásico” motivo de salud tan recurrido en otras ocasiones. Sin embargo, la renuncia al Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado (algo parecido al Departamento de los objetos perdidos), del doctor en Derecho, Jaime Cárdenas, ha provocado un “retumbe en su centro la tierra” política, mediática y ciudadana.

Hace dos años tuve la fortuna de escuchar una conferencia, que dictó en la UAdeC acerca del IFAI, sumamente académica e ilustrativa. Después conviví con él, invitado por el doctor Luis Córdova, a una cena en la que conocí no solo su serena sabiduría jurídica y su experiencia política como diputado y consejero nacional del Instituto Federal electoral, sino su equilibrio ideológico y su honestidad ciudadana.

Fue nombrado apenas hace tres meses Director del Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado. Confieso que no le di importancia a esta nueva creación de AMLO. Me pareció una fantasía incontable, pero muy seductora de los sueños de los mexicanos tan acostumbrados al “realismo mágico” de la política. Jaime aceptó el reto ya que como todo académico también tiene utopías ingenuas cuyas limitaciones solamente se comprueban con la práctica.

Renunció Jaime, estallaron los cohetes y AMLO “explicó” su defección como una deficiencia de “lealtad ciega”. Le faltó añadir que la verdadera lealtad es de ojos abiertos. La que conserva su juicio crítico y su capacidad a ver diferente, a pensar diferente y a ser honesto con la propia verdad y no traicionarla con un obsequioso “lo que usted Diga”. A denunciar el robadero en el “Instituto para devolver lo robado”.

Hoy más, que nunca, México está urgido de políticos como Jaime Cárdenas que valoran  su dignidad y libertad en expresar la verdad y la realidad que administran, como signo de lealtad a México en primer lugar y a sus jefes con quienes colaboran… aunque “retumbe en su centro la tierra”.