La tortura, peor al homicidio

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La tortura, peor al homicidio

Cualquier ser humano sometido a la tortura es capaz de reconocer una culpa para evitar el tormento. En la antigüedad era común reconocer la brujería debido a los suplicios aplicados por la Santa Inquisición. No en balde la palabra “inquisición” es la acción y el efecto de “inquirir”, que significa indagar o averiguar. Actualmente la tortura se define como el acto por el cual a una persona se le inflige dolor con el fin de obtener una confesión o con el propósito de castigarla o intimidarla.

En tiempos más remotos existió la “Ordalía”, que obligaba a los acusados a sostener hierros candentes o a meter las manos al fuego para demostrar su inocencia. Sin embargo, en este nuevo milenio aún se practica la tortura como método represivo o de investigación policial.

Por tal motivo, el pasado 5 de octubre dio inicio un foro de consulta de la Conago para elaborar un proyecto de ley contra la tortura, evento presidido por el gobernador Rubén Moreira en coordinación con la PGR y Gobernación.

Torturadores famosos han existido desde la antigüedad; Tomás de Torquemada fue un fraile dominico de la Edad Media responsable de la tortura en la época más negra de la Santa Inquisición.

Asunto reciente es el “Caso Mitrione”, donde un agente de la CIA, Daniel Mitrione, fue enviado a Sudamérica como instructor de técnicas de tortura a las fuerzas de seguridad en plena Guerra Fría, entrenamiento que se realizaba frente a las milicias que presenciaban en vivo la tortura de detenidos que eran atormentados hasta su muerte.

En la película “Estado de Sitio” (1972), de Costa Gavras, el actor Yves Montand interpreta a Philip Michel Santore (en la vida real Dan Mitrione) que, de manera espeluznante, instruye a policías y militares con sus técnicas de tortura, mismo que luego es secuestrado por la guerrilla MLN-Tupamaros y es ejecutado tras un interrogatorio revelador de hechos reales que causaron conmoción.

En una secuencia del filme, interrogado el agente Santore, el guerrillero le recrimina haber participado en el golpe militar en Brasil contra el régimen del izquierdista Joao Goulart para instaurar la dictadura militar de Castelo Branco, asimismo, de la guerra sucia contra los progresistas donde se torturaban a niños y niñas frente a sus padres para que estos delataran a otros activistas.

Y es por eso que la tortura es considerada algo peor que el homicidio, maldad superada por el hombre que es la bestia que tortura por placer, hecho que lo convierte en un ente más allá de lo diabólico, porque hasta el mismo Mefistófeles lo dice claramente en su diálogo con Dios; “Señor, que lástima me dan los hombres en sus días de miseria y hasta se me quitan las ganas de atormentar a esa pobre gente” (Diálogo en el Cielo, del “Fausto”, de Goethe).

Dan Mitrione, el gran maestro del sufrimiento calculado, metódico y brutal, solía decir; “El dolor exacto, en el lugar exacto, en la cantidad exacta, para lograr el efecto deseado”. Cierto, la tortura es peor que el homicidio y el torturador un ente que rebasa en maldad al siniestro Mefisto que, como ya lo dijo el dramaturgo alemán, aún siente lástima por nuestra miseria humana.