La tía Paulina
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La tía Paulina
“Es fuego que calcina la luz de tu mirada / que ha despertado en mi alma / la tentación de amarte. / Me diste tantos besos / fue mío tu cariño / que no podré dejarte / que no te olvidaré”.
La autora de este texto escrito en la década de los años 50 fue la mayor de las hermanas de mi madre. Era miope pero su visón más potente no tenía relación con sus ojos, esos ojos espectaculares que impactaban por su dimensión y color azul turquesa.
La tía Paulina tuvo el don de la creación. Hilvanaba de manera natural letras y melodías muchas de las que aún conservo en mi mente. Había nacido en enero de 1930.
Nació en enero de 1930. Las mujeres de aquella época estaban impedidas para mostrar algún signo de sensualidad, apenas pasando la pubertad y se casaban porque el matrimonio era el único destino posible para las hijas de las familias bien. No decían palabras altisonantes y no se subían a automóviles con personas ajenas a su familia inmediata
Conocí a mi tía siendo yo un niño, muchos años antes de que ella se casara.
Era muy creativa para cocinar pero lo que más amaba era ponerse ante su piano para ejecutar y cantar sus propias melodías. Como a mí me enseñaba sus composiciones cambiando parte de las letras. Ahora considero que lo hacía con la intención de que perduraran un poco más allá de su muerte.
Cuando la mujer obtuvo el derecho a votar en México mi tía tendría 25 años. Afortunadamente ya en este Siglo XXI que transcurre, el voto de la mujer es determinante pero sigue habiendo obstáculos para su desarrollo pleno.
Si María Paulina hubiera nacido en otro contexto familiar y en otra geografía seguramente sus composiciones musicales se hubieran escuchado en la radio como las de las compositoras Consuelo Velázquez y María Alma, pero al contar sólo con su madre viuda y estar al cuidado de sus hermanos menores porque su progenitora tenía que desarrollar tareas productivas para la manutención digna de siete vástagos; su talento pasó a un segundo plano y sus sueños también.
Mi abuela intentaba recompensarla pagando lo que fuera necesario para que sus canciones fueran grabadas con orquesta y hasta le daba autorización de acudir a audiciones en las que fueran presentadas, pero nada más.
Permitirle que saliera fuera de Monterrey a mostrar sus composiciones musicales resultaba imposible ante el paradigma de que “los hombres son como las víboras”.
Así que una muchacha norteña de ese momento histórico del México que empezaba a ser moderno tenía que permanecer núbil hasta su casamiento por las dos leyes, o hasta la muerte en ausencia de pareja matrimonial.
Sé de memoria cerca de quince canciones de ella. Todas evocan el amor desde el mundo de la pasión. Un amor que no conoció mi tía más que en sus imaginarios, hasta que casó ya madura y tuvo la fortuna de procrear dos hijos y una hija.
Murió hace más de veinte años. Como un homenaje a su talento la familia debería organizar una tertulia con su música de la que existen partituras.
¿Cuántas mujeres como la tía Paulina se quedaron rezagadas en la medianía de una vida acotada por los prejuicios sociales y convencionalismos morales? Quizá los lectores recuerden a alguien así dentro de su familia. Concluyo estos comentarios compartiéndoles el texto restante de los versos con los se inició esta columna.
“Cuando llegue otro amor a mi vida / y ternura me ofrezcan sus brazos / yo estaré esperándote siempre / sólo a ti, nada más a ti / Tu supiste encender en mis venas / esta hoguera de amor y esperanza / y aunque soy tu prisionera / soy la dueña de tu amor”.
Palabras escritas por mi tía Paulina y que hoy comparto recordando su talento.