La simiente del odio

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La simiente del odio

Desde los tiempos de La Bastilla hasta los atentados recientes, Francia ha superado momentos muy difíciles y catastróficos, como han sido el terror de la guillotina, Waterloo, las derrotas de su ejército en México y en Prusia, la Primera Guerra Mundial, la invasión nazi fascista de Hitler, el régimen de Vichy, la derrota en Indochina, la Guerra de Argelia, la rebelión estudiantil del 68, los ataques terroristas de enero pasado y los atentados recientes.

Y pensar que hubo un tiempo que siguió al derrumbe de la Unión Soviética en que las “democracias capitalistas” se vieron libres de la amenaza comunista, y promovieron al tal Francis Fukuyama para que impulsara su teoría del “Fin de la historia”, o sea, el fin de las confrontaciones ideológicas por anhelos de justicia social.

Ahora vemos como esa teoría de entronización del libre mercado y la democracia como formas de vida en el mundo se ven seriamente amenazadas por los fundamentalismos religiosos.

Hoy, el optimismo histórico por el derrumbe comunista parece llegar a su fin, la amenaza del Estado Islámico tiene en alerta máxima a las democracias capitalistas que modificaron su imperialismo colonial por una nueva forma de dominación menos violenta y más sutil; la del capitalismo salvaje en el que millones son los pobres y unos cuantos los dueños de la riqueza mundial.

Francia es la república que proclamó la libertad, la igualdad y la fraternidad como valores universales, un asunto que no siempre fue una realidad en la historia de esta nación.
Basta recordar el régimen de Vichy, que de 1940 a 1944 gobernó a la Francia ocupada y colaboró con los nazis en la deportación de miles de judíos a los campos de concentración para su exterminio.

De igual forma, no hay que olvidar que de 1830 a 1962, Argelia fue colonia de Francia por lo que miles de argelinos emigraron, junto con su religión musulmana, a la metrópoli que los acogió como parte de su imperio colonial donde nunca estuvo vigente la “Liberté, égalité, fraternité”, el gran lema de la república francesa.

Y así como la ominosa sombra de Vichy, también hay que recordar aquel otoño francés de 1961, cuando el río Sena se llevó los cadáveres de los argelinos asesinados que simpatizaban con la independencia de su patria.

Por eso, cuando el ex presidente derechista Nicolas Sarkozy, junto al parlamento francés, acusaron a la Turquía musulmana del genocidio de cristianos armenios en 1915, el Gobierno turco le reviró a la Francia cristiana acusándola del genocidio de los musulmanes argelinos.
¿De dónde procede pues esta sangrienta simiente de odio entre razas, credos y naciones? Pues más allá de las Cruzadas, antes de la Diáspora de Tito, tal vez desde el antagonismo entre Isaac e Ismael, los hijos de Abraham, o lo más seguro que desde los tiempos de Caín, el primer hombre nacido de mujer, el primer homicida de la humanidad.

Por eso mismo, parafraseando a Ortega en su penetrante reflexión del prólogo en la Rebelión de las Masas, diremos que ser cristero, yihadista, marxista, fascista o militante del Partido Encuentro Social, son unas de las infinitas formas que el hombre puede elegir para ser un imbécil.