La semilla del mal
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La semilla del mal
Todas las especies que antecedieron al Homo Sapiens, fueron violentas y llegaron a matar sin una razón aparente que pusiera en riesgo su sobrevivencia. La escasa evidencia disponible afirma que nuestros ancestros los Australopitecos, Homo Habilis, Homo Erectus y el hombre de Neandertal, mataban sin más motivo que la dominación por sí misma.
Luego seguimos nosotros, los humanos, criaturas con gran capacidad para la violencia en contra de sus propios congéneres. Lo hacemos a pesar de tener los conceptos sociales y la práctica del altruismo, la compasión y la empatía, por un lado; pero por otro, la crueldad y la violencia que a veces es física, pero que otras veces viene en forma de suspensión de los derechos, comida, la propiedad y otros más.
Investigadores han observado a nuestros primeros antepasados, los chimpancés, comprobando que en ocasiones hacen lo mismo, matar por matar. Este comportamiento ha sido considerado por científicos como la semilla de la violencia en nosotros los humanos, una especie que a pesar de una evolución de casi dos millones de años, sigue matando a cualquier cosa viva que se le atraviese. La ciencia aún debate el porqué los hombres somos más violentos que las mujeres y algunos biólogos aseguran que es por la hormona masculina testosterona, pedal de arranque para el comportamiento agresivo.
En el mundo, la ONU dice que el 35 por ciento de las mujeres ha sufrido violencia física o sexual por parte de su compañero sentimental. Afirma que en prácticamente la mitad de los casos de mujeres asesinadas en todo el mundo, el autor de la agresión fue un familiar o un compañero sentimental, esto frente a menos del 6 por ciento de hombres asesinados.
Pero en México, un país violento y machista, si usted es mujer y está leyendo esto, tiene una probabilidad del 50 por ciento de sufrir o haber sufrido violencia física o sexual en su vida. Y si usted es hombre, su madre, hermana, esposa, hija, sobrina o amiga tienen también las mismas posibilidades. Pero si piensa que se trata de un problema de los países en desarrollo, está muy equivocado pues en la Unión Europea, al menos el 45 por ciento de las mujeres han sufrido acoso sexual.
La violencia contra las mujeres es un problema real y brutal, una violación a los derechos humanos que pone en tela de juicio los principios de igualdad de género. Se trata de algo aceptado e incluso tolerado a lo largo de la historia, una norma sociocultural tan arraigada en el mundo, que ha sido fomentada incluso por la Iglesia Católica, que rechaza a las mujeres para servir como sacerdotes. Esto en ocasiones ha sido interpretado por los hombres para justificar que si la Iglesia piensa que las mujeres son inferiores, entonces se les puede tratar como tal y, si es necesario, matarlas, algo que hace 2 mil años permitía el derecho romano que daba al hombre la autoridad de la muerte sobre su esposa.
Pero luego de tantos años, las cosas siguen más o menos igual y lo confirmamos aquí mismo, en Saltillo, en días pasados. La muerte de María Córdova Lumbreras, Alma Griselda Vázquez Pérez y Rosalinda Rueda López, asesinadas todas por sus pajeras o exparejas, es un recordatorio de la naturaleza violenta de los hombres.
A ellas no las salvaron las campañas del moño naranja, ni que tocáramos el claxon de nuestros autos en una esquina, o por el cumplimiento de leyes creadas en forma expresa para prevenir y combatir esta violencia. Mucho menos siguen vivas por el trabajo de la burocracia de nombres larguísimos, o gracias a la celebración de Días Nacionales e Internacionales en contra de la violencia hacia las mujeres. No sirvieron tampoco los pensamientos compartidos en Facebook o los editoriales que muchos hemos escrito acerca del tema. No fue suficiente, incluso, la denuncia pública que días antes de su muerte lanzó María Córdova Lumbreras.
Ellas hoy están muertas, como van a seguir muriendo muchas mujeres más a causa de la violencia de los hombres, violencia machista que está en nosotros y en nuestra naturaleza como semilla del mal que un día brota. Así que el año 2016 empezó como acabó el 2015, con violencia contra la mujer y contra todo aquello que esté vivo. No tenemos remedio.
@marcosduran