La salud del corazón

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La salud del corazón

El tunecino, junto con sus camaradas, terminó de cargar el camión con las armas. Se despidió de ellos, encendió el motor y avanzó por las calles de Niza… ¿A dónde iba con su cargamento de armas? Posiblemente las llevaba a otro grupo de terroristas. Él no las necesitaba para atropellar a cientos de personas inermes.

¿Qué sucedió en su interior que lo hizo cambiar de una ruta oscura y discreta por los callejones de Niza y dirigirse al “Malecón de los Ingleses”? El lugar concentraba en ese momento las sonrisas, la alegría de los cantos que celebraban una vez más las tres palabras que construyen la paz: “Libertad, Fraternidad, Igualdad”.

Va a ser muy difícil encontrar la respuesta de por qué cambió de dirección. Se podrá decir que fue “algo súbito”. Sin embargo, la Psicología profunda propone que lo súbito es algo que se ha almacenado en la historia de cada quien, y que si permanece inconsciente y desconocido puede aflorar repentinamente. En realidad no hubo cambio. El tunecino hacía ya tiempo que estaba orientado hacia la hostilidad, el odio y la muerte. ¿Era un enfermo mental? Ciertamente. Toda persona que tiene orientado su vida de esa manera  es un enfermo mental aunque sea “terrorista” o “narcotraficante”; busca el mal en lugar de pretender el bien.

Declararlos enfermos mentales no resuelve la criminalidad, pero sí ayuda a buscar oras alternativas para resolver a largo plazo y parcialmente los problemas del terrorismo y del narcotráfico, que no son los únicos jinetes del apocalipsis  que padecemos. 

Una alternativa adicional para disminuir la criminalidad y el odio es buscar su origen en el corazón del hombre. Atender a la educación de la libertad como el ejercicio del compromiso, cultivar la fraternidad humana que  no discrimina los colores de la piel ni los turbantes o sombreros , ni los huaraches o zapatos; defender y promover el derecho a pensar y elegir diferente, fomentar la autoestima propia y ajena, todo ello es cultivar un corazón saludable orientado al bien-ser.

Desgraciadamente las mejores diversiones que propone la industria del entretenimiento son las que cultivan un concepto de buenos y malos, de guerras, crímenes y traiciones, de la adrenalina del terror y el placer irreal de la droga. Nuestra sociedad es tan miope o ingenua que no descubre todavía que la cultura de la muerte y del terrorismo es el principal ingrediente de la enfermedad mental.

No es agradable el espectáculo de 80 cadáveres diseminados en el malecón de Niza, ni tampoco los 300 de Allende, Coah. Sin embargo, para algunos enfermos mentales fueron un triunfo o un acto heroico, para otros fueron crímenes atroces que exigen una venganza, una estrategia de “ojo por ojo”, que deja a todos ciegos e imposibilitados para descubrir la cultura de muerte que han cultivado durante siglos. Ambos se olvidan de la salud del corazón.