La sabiduría de José Alfredo

Usted está aquí

La sabiduría de José Alfredo

Llama la atención la entusiasta acogida que tuvo el mensaje previo al cuarto Informe de gobierno. los ‘like’ eran millares. Todos elogiosos

El mérito de José Alfredo Jiménez es haber plasmado los sentimientos de la nación (los que se gestan en la cantina, no el documento del Padre Morelos) en pegadizas tonadas para las que, pese a no dominar ningún instrumento, poseía un talento innato.

Pero aunque sus melodías nos alegran la tertulia y el corazón, son sus letras las que nos hieren el alma y arden como Lucas en una llaga viva.

De una época en la que fui más aficionado al tequila, antes de que se convirtiera en artículo de lujo (y el whiskey en la bebida de los botudos con complejos agropecuarios), evoco siempre el tema “La que se fue”.

Desde su título, este hit vernáculo nos habla sobre la desventura de un hombre que echa de menos hasta la desesperación a una mujer que por alguna razón no está ya con él.

El sujeto de esta tragedia para mariachi, en primera persona nos dice que económicamente no le está yendo nada mal, al menos atraviesa por una buena racha (quizás cogió hueso en alguna dependencia o es asesor del Gobierno) y que, aunque ha tratado de 
consolarse con mujeres de la tan difícil vida fácil, nomás no ve llegar la de él.

Es entonces que José Alfredo pone en voz del desdichado una perla de sabiduría popular: “…El cariño comprado ni sabe querernos, ni puede ser fiel”.

¡Claro! ¡Obvio! Porque lo que el dinero consigue es, en el mejor de los casos, gratificación sexual, pero tratándose del corazón, lo que uno necesita es quien le haga una sopita aguada y le diga “puchunguis”

Yo no tengo nada, nada, absolutamente nada en contra de la prostitución. Mientras el mercado de la concupiscencia se ejerza de manera libre y consensual, sin explotación o extorsión; sin intermediarios, padrotes, chulos, lenones (o “McCartneysones”), pues de lo contrario hablamos de esclavitud.

Pero no nos desviemos. La cuestión es que resulta muy patético cuando alguien anda buscando restaurar su autoestima a base de caricias compradas. Dicho de la manera más llana, que se confunda una simple transacción carnal con algo tan sublime e indefinible como el amor. Pobre de quien incurra en tal confusión.

Con motivo de su Cuarto Informe, el Gobernador de Coahuila emitió un breve mensaje de apenas siete minutos. Haga de cuenta que era nomás el puro tráiler, porque la película de verdad duró, entre la lectura del documento y la sesión con los diputados, algo así como nueve infames horas.

Lo que llamó mi atención fue la entusiasta acogida que tuvo aquel mensaje previo al Informe. Los “Like” de los cibernautas se contaban por millares, lo mismo que los comentarios y ¿qué cree? Todos elogiosos, positivos, encomiásticos. Una cosa de verdad inusitada, fuera de serie.

Nunca había visto yo una muestra de querencia tan unánime, tan homogénea, tan unísona. Es más, hasta la ortografía promedio de estos mensajes de apoyo era aceptable.

Es posible, sin duda. En este mundo matraca hay una posibilidad para el escenario más descabellado. Posible, pero muy poco probable. Si usted monitorea las redes y la retroalimentación que reciben las notas concernientes a la gestión estatal, no tarda en concluir que es una demostración fabricada, montada desde el mismo aparato gubernamental.

¿Tiene amigos burócratas? Yo sí, por lo menos una veintena, y no me fue difícil corroborar que, en efecto, estas demostraciones masivas de adhesión son más falsas que los gemidos en una película porno.

Hay un protocolo establecido, órdenes giradas, una base de “simpatizantes” cautivos (ad ovum). Toda una estructura lista para activarse en los grandes eventos. Sin embargo, la propia desmesura del gesto es lo que termina por aniquilar su de por sí pobre credibilidad.

La pregunta es ¿quién y qué gana con esta adulación de a mentiritas? Porque bien flaco favor le hace este oropel a una administración que se niega a responder sobre los temas álgidos: Megadeuda, impartición de justicia, seguridad.  Quizás afrontar esos reclamos le conseguiría algunos pocos “likes”, pero honestos y no de sus colaboradores (que esos ni cuentan).

Yo no creo tan ingenuamente optimista al Góber como para imaginar que se conforma con esas caricias falsas, esos pulgares arriba de puro compromiso, esos millares de cumplidos rehenes.

Me niego a creer que confunda el aplauso ensayado, la felicitación de unos rehenes o la ovación pagada, con verdaderas muestras de aprobación. Y si tales despliegues no sirven ni para convencer a los detractores, ni tampoco (espero) para autoengañarse, ¿para qué tomarse la molestia entonces?

La caricia comprada cumple al menos un propósito bien específico y delimitado que termina justo donde concluye el acto físico y no traspasa al ámbito sentimental. Pero el aplauso comprado, ese sí no le sirve a nadie absolutamente para nada.

En cualquier caso, de lo que se obtiene por contrato no puede uno esperar querencia o fidelidad. José Alfredo, para variar, tenía razón.

petatiux@hotmail.com 
facebook.com/enrique.abasolo