LA RESEÑA: O la tristeza inherente al capitalismo
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LA RESEÑA: O la tristeza inherente al capitalismo
POR: EDUARDO LAGO
“La broma infinita”, una novela que rebasa el millar de páginas e incorpora más de 400 notas que constituyen otras tantas ramificaciones tentaculares de la narración central, marcó un hito en la historia de la literatura reciente.
La broma infinita no pasa de moda porque es una moda en sí misma, y en la web Literary Hub (http://lithub.com/infinite-jest-around-the-world/) puede seguirse su tránsito sin fronteras. Uno de esos libros que permanecen, incluso aunque ni se los abra, en mesas junto a la cama o en listas de promesas a incumplir. Un tótem/fetiche que se divide entre adoradores u odiadores, entre los que juran por él o lo maldicen, entre los que lo consideran una inventiva Gran Novela Americana o nada más, y nada menos, que el invento de otra novela grande Made in USA.
Ya desde su título el propio Wallace anticipó la duda y el malentendido: sale de ese momento en que Hamlet sostiene la calavera del bufón Yorick y evoca su “ingenio interminable” pero, a la vez, insinúa la posibilidad de que todo sea como uno de esos chistes que siguen y siguen sin alcanzar jamás el remate de su final. Y sí lo saben los audaces y conversos que hasta allí llegaron: más de mil páginas y numerosas notas después, La broma infinita termina sin acabar del todo, como en el aire azul de ese cielo con nubes blancas que ilustraba su edición original.
“Finalmente cedió y marcó el número de teléfono; usó solo el audio y sonó varias veces y temió estar ocupando demasiado tiempo la línea y por último dio con el servicio automático de mensajes…”
La broma infinita
David Foster Wallace
Editorial Mondadori
1216 pp