La reseña: La vida de un adicto no es amor
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La reseña: La vida de un adicto no es amor
Por: Nazul Aramayo
Escritor y coeditor
Un escritor tiene que vivir como un adicto. O, como dijo Henry Miller, como un depredador. Pareciera que el escritor es una criatura insensata. Pero el desastre también genera vulnerabilidad. Y es aquí donde “Por este cielo jamás dejan de circular aviones”, de Luis Bernal (Saltillo, Coah., 1984), se mueve.
Luis, el protagonista, se encierra en un hotel con una chida del DF con la que vive un romance breve lleno de metanfetamina, cocaína, mariguana y alcohol.
La impresión que deja la novela no es la de una aventura romántica de personajes al límite del gozo. Se trata de un relato de dos personajes a los que la droga ya abandonó.
Cuando Luis fuma o esnifa crystal, la narración se vuelve más entrañable, vital y amorosa. A lo largo de las 124 páginas, no hay substancia más real, ni siquiera el amor o la obsesión por la amada, que la gracia de la droga. Esto, en la novela, detona las mejores imágenes: el dolor y el gozo más palpables.
Abunda la cursilería en medio de nubes tóxicas, un contrapunto afortunado de Luis Bernal. Un libro con corazón y malicia. Al final: la droga no es la respuesta para un corazón roto. ¿Pero quién necesita soluciones cuando tiene substancias?
“Por este cielo jamás dejan de circular aviones”
Luis Bernal
Ed. Atemporia
Saltillo, Coah. México, 2017