La relatividad para incrédulos y creyentes

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La relatividad para incrédulos y creyentes

Hay obras maestras que nos conmueven: “Réquiem” de Mozart; “La Odisea” de Homero; la “Capilla Sixtina” de Miguel Ángel. Pero para que hayamos podido apreciar plenamente su brillo, han debido pasar siglos: La recompensa es la admiración de su belleza y la apertura de nuestras mentes sobre nuevas perspectivas. En la ciencia, existen teorías que se consideran obras maestras y que han cambiado nuestra forma no solo de ver al mundo, sino de entender el universo. Copérnico y la Teoría Heliocéntrica; Newton y la Gravedad, Darwin y la Evolución; y Einstein y la Relatividad.

Un 30 de junio en 1905, el hasta entonces desconocido Albert Einstein publicó en la revista Annalen der Physik, su artículo “Sobre la Electrodinámica de los Cuerpos en Movimiento” o “Zur Elektrodynamik bewegter Körper”. Annalen der Physik 17 (10): 891–921, 1905). Einstein se atrevió a poner en duda lo que por siglos sostuvo Newton; era la Teoría de la Relatividad Especial. Pero le molestaba algo. Y es que a pesar de su reconocimiento inmediato, su teoría no encajaba con lo que se sabía acerca de la gravedad -es decir, con qué caen las cosas-. Comenzó a preguntarse si la ley de “gravedad universal” formulada por Newton, necesitaba ser revisada a fin de hacerla compatible con el nuevo concepto de la relatividad. La tarea de enmendarle la plana al físico inglés no era algo sencillo.

Newton había tratado de explicar por qué las cosas caen y los planetas giran. Se había imaginado la existencia de una “fuerza” que atrae a todos los cuerpos unos hacia otros, y lo llamó “la fuerza de la gravedad”. ¿Cómo se ejerce esta fuerza entre cosas distantes el uno del otro -sin estar allí algo entre ellos-? era desconocido, y Einstein fue cauto de ofrecer una hipótesis.

Para hacerlo, necesitó de diez años de estudio frenético, intentos, errores, confusiones, artículos equivocados, ideas brillantes y erróneas, y dado que la teoría de la relatividad especial solo era posible en ausencia de un campo gravitatorio, se esforzó en sus ecuaciones para descubrir cómo podría funcionar la relatividad general.

En noviembre de 1915 presentó su teoría a los miembros de Academia Prusiana de Ciencias. De la ecuación más famosa y menos entendida de la historia: E=mc2; donde “E”, que es energía, es igual a “m”, que es masa, y c2, la velocidad de la luz al cuadrado. La relatividad fusiona el espacio-tiempo y la idea de que el tiempo es su propia dimensión dejando una sola conclusión: Nada es absoluto, todo es relativo, excepto la velocidad de la luz. El espacio y el tiempo no son como lo perciben nuestros sentidos, en tres dimensiones, y la cuarta dimensión está ahí y existe, es el tiempo, que además es relativo, no fijo como nos aferramos a verlo en un calendario. Era la nueva teoría de la gravedad, a la que llamó “la teoría general de la relatividad”, una obra maestra.

La relatividad probó la desviación de la luz y la dilatación del tiempo, los agujeros negros, la teoría del Big Bang y la existencia de ondas gravitacionales.

Pero luego de más de cien años, seguimos sin tener la mayor explicación, no del cómo, sino el quién y el porqué del todo. El propio científico alemán, lo intentó en una entrevista con el escritor George S. Viereck a quien dijo: “La mente humana, no importa cuán altamente capacitada esté, no puede comprender el universo. Estamos en la posición de un niño pequeño, entrando en una enorme biblioteca cuyas paredes están cubiertas hasta el techo de libros en muchos idiomas diferentes. El niño sabe que alguien debió haber escrito esos libros. No sabe quién ni cómo.

“No entiende los idiomas en los que están escritos. Vemos un universo maravillosamente organizado, obedeciendo ciertas leyes, pero solo entendemos las leyes vagamente. Nuestras mentes limitadas no pueden escrutar la fuerza misteriosa que balancea las constelaciones”. 

Einstein murió un 18 de abril de 1995 y en su obituario publicado por el periódico New York Times se recordaron sus propias palabras: “Un individuo que debería sobrevivir a su muerte física también está más allá de mi comprensión, y no deseo que sea de otra manera; tales nociones son para los miedos o el egoísmo absurdo de las almas débiles”.