La Reforma Luterana
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La Reforma Luterana
En este 2017 se celebran varios aniversarios: la gran Revolución Rusa, la Constitución mexicana, medio siglo de la muerte del Che, un siglo de Rulfo y 500 años de la Reforma Protestante. Ésta fue tan importante como la que más. Cimbró el edificio de la Iglesia desde sus raíces.
No son pocas las obras que han intentado interpretar la Reforma a partir de un análisis psíquico de Lutero y, en efecto, tiene demasiadas aspectos muy sugestivos: un padre dominante, pavor al infierno, sentimientos de culpabilidad constantes; temía la cólera divina. Y, por si fuera poco, sufría demasiado por problemas del estómago: diariamente se esforzaba para defecar y con frecuencia no podía, tanto así que el carpintero del convento agustino en que vivía le hizo un escritorio móvil para que en el excusado pudiera continuar su labor de traducir el libro de los Salmos directamente del hebreo. Pero de todos esos problemas no puede derivarse la Reforma, como han pretendido algunos.
Una causa más cercana a la rebelión luterana fueron los papas del Renacimiento Alejandro VI, Julio II y León X, mismos que permitieron o impulsaron una gran corrupción en el alto clero. Un ejemplo sencillo: el arzobispado de Magdeburgo fue comprado en 23 mil coronas de oro por alguien que deseaba ser cardenal. Fue Julio II el que inició la promoción del cielo a cambio de monedas. Necesitaba dinero para esa gran obra que resultó la basílica de San Pedro. Los promotores llegaron a caricaturizar esa colecta (“apenas suene una moneda en el cepo, una alma sale del purgatorio y sube al cielo”). Lutero no pudo soportar eso, precisamente porque sus conceptos teológicos le impedían aceptar que se pudiera comprar la salvación: Entonces, “¿no fue la sangre de Cristo la que nos salvó?”
La venta de las indulgencias (el perdón de pecados a cambio de dinero) fue la gota que derramó el vaso. Lutero escribió sus 95 tesis o proposiciones teológicas que contradecían las prédicas de los promotores. Se ha dicho que clavó sus tesis en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg pero dos historiadores alemanes echaron abajo esa imagen mítica: no sucedió. Sin embargo, las tesis se presentaron, defendieron y explicaron al pueblo. La ruptura estaba hecha.
Se dice que Lutero es el creador de la lengua alemana. Es imposible, porque él la aprendió, pero lo que sí hizo fue unificarla. Todavía hoy se hablan varios dialectos alemanes en Alemania, según la región en que se vive. Lutero creó un alemán muy transcendental porque tradujo la Biblia y todo alemán debió leerla y tomarla como modelo. Leer la escritura, aprender muchos capítulos, cantar salmos y orar en esa lengua sólida imprimió en el pueblo un idioma correcto.
El problema que resultó de la reforma fue que Lutero dijo (para contradecir a la Iglesia) que el principal intérprete de la Biblia era cada quien, puesto que si era la palabra de Dios, ¿quién sería capaz de creerse su exégeta? Y precisamente esto fue lo que desencadenó el gran movimiento de Thomas Müntzer, sacerdote que se unió al movimiento reformista y pronto encontró que el Evangelio mismo pedía luchar contra los malvados, contra los ricos, contra los hipócritas… de ahí que empezara, con una masa de campesinos empobrecidos y maltratados por sus amos, a robar, atacar conventos, a violar monjas, a matar a los pudientes. Y Lutero enloqueció. En 1525 leyó en un templo un panegírico que escribió pidiendo a los nobles atacar a los campesinos ladrones: córtenlos, pínchenlos, píquenlos, ahórquenlos, quémenlos… ¡porque haciendo eso ayudan a la justicia divina! Lutero utilizó más de 17 verbos, todos violentos. En consecuencia: murieron alrededor de 100 mil miserables, junto a Müntzer.
Teólogos católicos han rescatado la figura de Lutero y, en contraparte, criticado fuertemente a la Iglesia, uno de ellos: Hans Küng. Lo que hizo Lutero lo repetirían sus seguidores, puesto que cada secta se separaría de otros para formar su propia religión. En unos cuantos años se contaban decenas de opciones. Algunas fueron muy violentas: cristianos asesinando cristianos fue una constante que tuvo lugar en Francia, Inglaterra, Alemania y Holanda, y luego en las colonias de Estados Unidos. Hoy suman miles de “iglesias cristianas”.