La Reforma Educativa de Nuño
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La Reforma Educativa de Nuño
Un favor enorme que nos hizo Enrique Peña Nieto y el proceso electoral fue sacar de circulación a Aurelio Nuño. Sabemos, desde los griegos, que nada se puede cambiar sin que haya repercusiones múltiples de las que no somos totalmente conscientes. Nuño le debía al presidente su puesto y no logró implementar casi nada de su proyecto y de la reforma de la educación. Lo único que se vio fue el golpeteo contra los opositores, en especial los maestros de Oaxaca, Guerrero, Michoacán y Chiapas y la entrega de nuevas condiciones laborales (mayores percepciones, por ejemplo) de quienes se adaptaron y de los que concursaron. Eso sería el logro de la reforma: crear posibilidades a los perspicaces, trabajadores y estudiosos entre los maestros federales.
Aurelio Nuño presionó para apropiarse del puesto. Echar fuera a Emilio Chuayffet fue su primer logro; y no hubo segundo. Sin exaltarlo demasiado, parece que Otto Granados Roldán se ha estado ocupando de la educación más que de la lucha política contra los maestros que abandonaron el sindicato nacional. Él y nuestro paisano Rodolfo Tuirán han planteado no pocas cuestiones que tocan el grave problema educativo, es decir, el lugar que ocupa México en el concierto de las naciones, en especial las que pertenecen a la OCDE, que nos coloca en el último lugar.
De Nuño recuerdo con claridad que su obsesión era condenar la memoria y la memorización. Ese es pleito perdido, por un lado, e idiotez, por el otro. George Steiner, el ensayista más acreditado a nivel mundial, ha contado en diversos escritos que debe mucho a la educación primaria que recibió en Francia. Ahí aprendían de memoria cada día un verso, un terceto o un breve poema. Al final de un año todos los niños eran capaces de recitar poemarios completos. Dijo que el desarrollo de la memoria fue uno de sus grandes logros.
Si pasamos a un escritor como Jorge Luis Borges, su extraordinaria memoria resulta apabullante. Citaba libros que había leído 40 años atrás como si los tuviera en la mano. Se publicó en Argentina una obra sobre las lecturas de Borges de filósofos medievales secundarios. Es increíble lo que había leído y más lo que recordaba, porque al quedar ciego, alrededor de los 55 años, dictaba textos o componía poemas en los que citaba (sin nombrarlos) a esos escritores de siglos atrás. Su memoria le sirvió para poder vivir, ya ciego, sin dar lástimas y publicando cuentos inteligentes y hermosos.
Luchar contra la memorización es lo más idiota que se está pretendiendo. Algo, además, que está destinado al fracaso. La mayoría de los niños tiene en la cabeza el nombre de 100 jugadores de futbol soccer. Yo recuerdo que conocíamos las novenas de varios equipos de la Liga Clase “C”, a la que pertenecía nuestro equipo local “Club 45”. Creo que los he perdido, pero recuerdo no sólo a Babalú Pérez, jardinero, y sus batazos, sino al Búfalo Hernández, del equipo de Durango, que tenía una pegada terrible: no sólo volaba la barda, sino que pasaba la calle y rompía vidrios de casas lejanas. Rememoro asimismo a Charrascas Ramírez, uno de los dos únicos peloteros que usaban lentes. Esto lo traigo a cuento porque los niños de antes y de hoy ejercitamos la memoria continuamente.
¿Por qué oponernos a que en la primaria y secundaria se memoricen datos?, por ejemplo, nombres, fechas, países con sus capitales, etcétera. Esto lo practican hoy en día en Japón. En ese país les enseñan la historia de países lejanos, sus héroes y sus historias.
El mismo Aurelio Nuño falló algunas veces en sus recuerdos. Quizás por eso odiaba la memoria. Su jefe, el presidente, tampoco la cultivó a tiempo, pues en plena campaña no logró decir el título de tres libros y sus tres autores. Aquí, varios de nuestros políticos avisaron a tiempo que su libro predilecto era la Biblia. ¡Qué corrientes!, la Biblia es un libro de libros, es muy complejo, algunos de sus libros son ilegibles y otros son difíciles, pero los hay sumamente bellos y que aceptan ser leídos y releídos. Yo prefiero a Job, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los cantares, Isaías, Oseas y el Éxodo. De los textos cristianos están los Hechos de los apóstoles, libro muy gustado y citado por Federico Engels, y el Evangelio de Mateo.