La reconquista de La Laguna y cómo la ciudadanía contribuyó a la paz

Usted está aquí

La reconquista de La Laguna y cómo la ciudadanía contribuyó a la paz

El 28 de diciembre de 2018, en pleno día de los inocentes y todavía con la banda presidencial oliendo a nueva, el presidente Andrés Manuel López Obrador visitó un concurridísimo Teatro Nazas de Torreón y en su discurso anticipó que, independientemente de las estrategias que tomara su gobierno en materia de seguridad pública, el modelo aplicado en La Laguna a través de un Mando Especial, no sólo prevalecería, sino que se replicaría en otras regiones del país. Este exitoso esquema de vigilancia metropolitano dirigido por un General de las Fuerzas Armadas, implementado desde 2014, fue uno de los factores decisivos para que la Comarca Lagunera comenzara un notorio proceso de pacificación que hoy la ubica como una de las regiones con menor percepción de inseguridad en el país. Cuesta creer que hace apenas una década la incidencia delictiva en la zona, la presencia de la criminalidad organizada y la altísima frecuencia con que ocurrían los denominados “hechos de alto impacto” (enfrentamientos, ejecuciones, secuestros, robos con violencia, desapariciones o masacres) llegaron a posicionar a La Laguna como la quinta localidad más peligrosa del mundo.

Sin embargo, vale decir que la tranquilidad que hoy se respira no es totalmente atribuible al actuar de las corporaciones de seguridad. También influyeron las dinámicas propias del fenómeno delincuencial, pues así como se saneó La Laguna, otras regiones del país comenzaron a padecer brotes pasmosos de violencia. Pero otra pieza clave de este rompecabezas fue que en la Comarca Lagunera comenzó a vivirse una cohesión social que rara vez se había manifestado, la ciudadanía se involucró y poco a poco fue recuperando lo que con tanta crueldad le estaba siendo arrebatado: el espacio público. Y este último aspecto, el de la organización civil, es un elemento que se destaca en el estudio “Reconquistando La Laguna. Los Zetas, el Estado y la Sociedad Organizada” elaborado por los investigadores Sergio Aguayo Quezada, del Colegio de México, y Jacobo Dayán, de la Universidad Iberoamericana, con la colaboración del periodista lagunero Javier Garza Ramos, quien durante los aciagos años de violencia fungía como Subdirector Editorial de El Siglo de Torreón y afrontó, como tantos colegas, las intimidaciones, amenazas y agresiones directas que continuamente padecían los medios de comunicación. 

Y es que el texto recoge también testimonios de periodistas que todos los días ejercían su labor en esta auténtica zona de guerra: desde los muy conocidos casos de los camarógrafos Alejandro Hernández y Javier Canales, que lograron escapar de un secuestro, hasta el testimonio del reportero Armando Moreno, quien narró que ante el temor de que lo estuvieran vigilando, durante muchas noches prefirió pernoctar en su automóvil antes de llegar a su casa. Ni su propia vivienda era refugio.

“Los medios de comunicación resistieron, continuaron informando pese a todo”, destacó el doctor Sergio Aguayo en la charla que tuvimos esta semana en torno a esta profunda investigación. El problema de Coahuila, cuenta, “es que no se comprendió globalmente el fenómeno de la delincuencia organizada”. Casos como la masacre de Allende o la del penal de Piedras Negras, que él mismo ha documentado también, son prueba de cómo el crimen regía soberano. Durante la charla, el doctor Jacobo Dayán volvió al tema de la estrategia en La Laguna y puso el dedo en un renglón fundamental: pese a ser “el modelo de seguridad más exitoso del país”, el Mando Especial no es, por supuesto, perfecto: “no ha garantizado justicia, no hubo una reducción sustancial de los niveles de impunidad ni se desmantelaron las redes de protección política a los grupos delincuenciales”.

Efectivamente: los años de violencia arrojaron centenares de episodios que quizá nunca se esclarezcan y millares de víctimas que aún hoy, en cuerpo o en recuerdo, siguen esperando una justicia que tal vez no llegue. Y esa es otra de las lecciones fundamentales: la seguridad pública nunca es un trabajo consumado, la delincuencia nunca estará cien por ciento contenida y no habrá pacificaciones completas mientras lo que impere siga siendo la impunidad. Y aunque la realidad del presente ya no se parezca, por fortuna, a la pesadilla del pasado, la recuperación corre el riesgo de ser frágil si no se entiende lo que el doctor Dayán manifestó, y que lo replico aquí como cierre: “hemos discutido cuánta fuerza armada necesitamos para acabar con la violencia, pero la pregunta es ¿cuánto Estado necesitamos? No es un asunto solamente de policías y soldados, es un asunto de educación, salud, vivienda, justicia, transparencia y de ciudadanía”. El estudio, por cierto, puede descargarse gratuitamente en la página del Colegio de México. Son 170 páginas que vale la pena revisar a detalle.

Manuel Serrato
PRÓXIMA ESTACIÓN