La realidad de ser madre

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La realidad de ser madre

Me llevó 47 años tomar la decisión de ser madre, soy afortunada, lo sé, pero esta niña, la más esperada, la más deseada, la más querida, ha marcado la diferencia de la Alejandra que era antes a la mujer que soy hoy. 

Ser mamá ha sido uno de los mejores obsequios que me ha dado la vida y, debo reconocer, que también ha transformado mi día a día. Es decir, desde que Máxima nació, su presente y futuro es lo primero que pienso cuando me despierto, y lo último antes de dormir. 

Suena fuerte decir que me embaracé después de los 40, y seguramente sonará más fuerte decir que mi carrera fue quizá lo que realmente me impedía ser madre. En mi trayectoria he comprobado que ser mujer es trabajar más duro y tocar más puertas. Ahora, en esta etapa de mi vida, ser mamá me ha dado la oportunidad de tener una visión más amplia sobre el papel fundamental que desempeñamos las mujeres, porque también soy cabeza de familia. Ser madre en México es sinónimo de respeto, lucha, entrega y amor incondicional. Pero, además, nuestro actual papel como mamás y como mujeres se ha transformado, lo que significa que ahora tenemos una doble jornada de trabajo. 

El Inegi señala que en México la cifra de mujeres cabeza de familia creció 9.1% en 25 años. Es decir, que en 1990 encabezábamos 17.3% de los hogares, y en 2014 el porcentaje aumentó a 26.4%. Lo alarmante es que cada minuto una mujer entre 12 y 19 años se convierte en mamá en nuestro país y seguramente también en jefa de familia. 

La Secretaría del Trabajo indica que las mujeres contribuimos a la economía en 38.4%, es decir, sin nuestra participación en la vida productiva del país, el presente y el futuro estarían truncados y con muy bajas perspectivas de desarrollo económico. 

¿Cómo encontrar el equilibrio entre ser madres, sin sacrificar nuestro crecimiento profesional y académico, en un plano laboral justo y equitativo que garantice el bienestar de las mujeres y sus familias? 

Primero, haciendo valer los derechos básicos que tienen las madres trabajadoras: acceso a servicios de salud de calidad para ellas y sus hijos; respetar el permiso de maternidad y seguir trabajando por el derecho a la lactancia (insisto, derechos básicos e inalienables). 

Segundo, revisar la legislación a favor de los derechos de las mujeres cabeza de familia, acompañado de una campaña de sensiblización sobre el doble papel que desempeñamos día a día. 

Tercero, desarrollar políticas públicas para mejorar las condiciones de las jefas de familia, como horarios y ciclos de vida laboral flexibles, para que puedan tener más tiempo con sus familias, prepararse, desarrollarse y empoderarse para generar un mejor entorno en lo económico y lo social. Para las madres adolescentes, generar programas para que no abandonen sus estudios, lo que les permitirá el acceso a mejores trabajos, con mayor remuneración. 

Cuarto, garantizar su tranquilidad en lo que se refiere al cuidado infantil y educación de sus hijos, con una atención profesional desde la primera infancia, que brinde la seguridad que requieren los pequeños. 
Los capitalinos tenemos la oportunidad única para que en nuestra Constitución sean plasmados derechos sensibles al nuevo papel que jugamos las madres y la trascendencia que esto implica en el desarrollo de nuestra Ciudad. Con esto, abriríamos la brecha para que millones de mujeres del país tuvieran mayor participación en todos los sectores, convirtiendo una fuerza latente en el verdadero motor del país. 

Este tema es urgente, debemos comenzar a trabajar para cambiar la realidad de una tercera parte del motor económico de la nación, de lo contrario estaríamos no sólo condenando el presente, sino también el futuro de los miles de niños y niñas que dependen de nosotras, las mujeres. 

Twitter: @Ale_BarralesM 

www.alejandrabarrales.org.mx