La piedra filosofal, más una introspección que una búsqueda

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La piedra filosofal, más una introspección que una búsqueda

Ilustración: Vanguardia/Esmirna Barrera
Somos alquimistas de nuestra personal existencia; algunos la transforman en oro, mientras otros simplemente en plomo o cobre

En memoria de mi abuelo Pilo

La famosa piedra filosofal, una sustancia mística cuyo poder principalmente residía en la posibilidad de transformar cualquier metal en oro, pero también la posibilidad de alcanzar la inmortalidad, fue buscada durante siglos por los llamados alquimistas, inclusive por científicos interesados en encontrar esta legendaria fórmula. De hecho, el propio Isaac Newton se involucró en esta aventura como lo demuestra un manuscrito del siglo XVII, escrito por este genio inglés, que salió a la luz pública apenas hace dos años.

Es interesante observar que, desde siempre, los humanos hemos buscado transformar lo inferior en superior, lo innoble en noble, lo común en excepcional. Desde siempre hemos buscado la piedra filosofal.

El origen

La palabra alquimia (del árabe al-kimiya) tenía una connotación distinta al concepto actual del término ya que, anteriormente, también refería aspectos trascendentales y espirituales.

La alquimia se practicó desde el siglo IV a. C. hasta el surgimiento de la química y las ciencias naturales (comienzos del XVII), siendo su época de esplendor en la Europa medieval. Todo se resumía en la búsqueda de la piedra filosofal, considerada como la única sustancia capaz de conseguir la transmutación, la panacea universal y la inmortalidad. 

Los alquimistas, por otro lado, intentaron la transformación de metales innobles, inferiores, como el plomo y el cobre en metales preciosos, la plata en oro.

Posiblemente las personas del siglo XXI, metafóricamente, pudiéramos convertirnos en alquimistas de nuestro ámbito espiritual, ahí donde es posible transformar los obstáculos en nuevos caminos, el dolor en significado y sentido, las penurias en anhelos y el odio en amor.

La ‘piedra filosofal’ para vivir a plenitud no es un sueño o quimera alguna, es de fabricación casera cuya materia prima para construirla habita precisamente en el corazón de cada persona”.
Martín Descalzo, escritor español.

El lado soleado de la vida

¿Cómo apreciar el lado soleado de la vida? ¿Acaso existen fórmulas que ayuden a “vivir” plenamente? ¿Habrá algo así como esa “piedra filosofal” que permita alcanzar la realización? Pues bien, para José Luis Martín Descalzo, el espléndido escritor español, si existe una fórmula: una piedra filosofal que permite que las personas vivamos una existencia gratificante.

El autor comenta que los humanos tenemos dos grandes realidades: una temporal - efímera y otra eterna. Verdades que día a día se nos presentan entremezcladas, y que, por desgracia, casi siempre preferimos apegarnos a esa que tiene que ver con las máscaras, con lo superficial y temporal. 

Cuestión de enfoque

Es por esta razón, por ejemplo,  que podemos entender la causa por la cual, cuando vemos a dos personas haciendo un mismo trabajo, una de ellas podría estar vociferando sus tragedias y penurias, mientras la otra se encuentra concentrada y serena. 

Podríamos aplicar este razonamiento a cualquier caso: estudiantes desalentados y alumnos con el alma entusiasta, a flor de piel, dispuestos a dar siempre un poco más.

Personas enfermas, quejándose,  y otras con la misma dolencia, tranquilas, como poseídas por el profundo significado de sus propias afecciones. 

Matrimonios que viven en continuo desamor, alejados, y otros, en cambio, que han descubierto que en los tiempos difíciles es cuando hay que recordar las promesas que se hicieron al inicio, que es cuando, precisamente, se debe renunciar al egoísmo , que es cuando hay que poner en práctica eso que dice “en la enfermedad y en la salud…”

Empresarios que exclusivamente buscan beneficios personales y otros que han descubierto que son instrumentos para que otros seres humanos logren inmensos fines.

Políticos insaciables y soberbios que se enriquecen ilícitamente y otros fieles a sus convicciones, que reconocen la grandeza de servir. 

Jóvenes aburridos disparando sus vidas en las quejas estériles, en el infierno de adicciones o en la comodidad de la apatía y, por otra parte, muchachos propositivos, repletos de esperanza, con el corazón a punto de estallar, con una permanente alegría de vivir, de emprender, de ser, que se les nota a leguas en sus limpias miradas. 
 
Personas que viven como muertas antes de morir por cuajarse en el egoísmo y la indiferencia, y otras que han comprendido que optar por la generosidad es un proceso difícil, pero que ahí reside la posibilidad de ser personas más humanas. 

En fin, gente que le apuesta al pasado ya sea por añoranza o amargura, o que vive fuera de la realidad en un futuro imaginario, por el puro temor de vivir el presente y otros —poquísimos — que experimentan los afanes de cada día, que saben que esta es la verdadera manera de trascender sus vivencias al plano de una realidad  trascendental: la eterna. 

Es verdad que no se puede encontrar la piedra filosofal, pero está bien que se busque”.
Bernard le Bovier de Fontenelle, escritor y filósofo francés.

Transformación mística

Martín Descalzo afirma que descubrir la “piedra filosofal” para vivir a plenitud, no es un sueño o quimera alguna; de hecho, comenta, que esta “piedra filosofal” es de “fabricación casera”, ya que  la materia prima para construirla habita precisamente en el corazón de cada persona.  Es ahí —nos dice — en donde podemos realizar una “alquimia mística” que hace posible que dominemos la realidad temporal y así liberarnos de la angustia inherente a nuestra frágil condición humana. 

¿Cómo hacer posible esta transformación? ¿Cómo descubrir esta piedra filosofal? José Luis nos regala algunas ideas en las cuales podríamos sustentar la búsqueda de nuestra piedra filosofal:
• “El primero, y más importante, es tener algún ideal para cuya consecución lleguen a importar bien poco los fracasos y las dificultades.

• Tener fe en el futuro y confianza en la vida. Asumir cada día los problemas de hoy en lugar de ponerse a sufrir anticipadamente por los que podrían tal vez llegarnos el día de mañana.

• Tomar y vivir la decisión de pensar mucho más en lo posible y bueno que ya tenemos que en las zonas negras que tendremos que cruzar. Hablar del bien; no revolver los residuos de los fracasos.

• Creer descaradamente en el prójimo y preferir ser engañado una vez por él a pasarnos toda la vida desconfiando de todos.

• Amar sin preguntarse si nos lo agradecerán, estar seguros que a la larga, incluso en este mundo, el amor acaba funcionando y también nos querrán más de lo que merecemos.

• Despertarse cada mañana como recién nacidos.

• Sonreír aunque no se tengan ganas.

• Aprender de los niños, aprender de los santos.

• No ser demasiado ambiciosos. Querer pocas cosas, pero quererlas apasionadamente.

• Dar tiempo al tiempo, sabiendo que los frutos maduran lentamente.

• Recordar al menos cuatro o cinco veces al día que tenemos alma y alimentarla por lo menos tanto como al cuerpo.

• Hacer, si se puede, un trabajo que amemos. O si no, al menos, amar lo que tenemos que hacer.

• Descubrir que casi siempre los disgustos que nos llevamos son mayores que los motivos que los causaron.

• Creer en algo muy en serio. Luchar por ello. Seguir luchando cuando nos cansemos. Seguir de nuevo cuando nos cansemos de seguir.

• Recordar que, a fin de cuentas, todos los trucos son trucos y sólo sirven para ir descubriendo que será la gracia de Dios la que nos hará felices, porque ésa y no otra es la piedra filosofal”.

A fuerza de alma

Mucha razón tiene Martín Descalzo. ¡Existe la posibilidad de vencer nuestra propia temporalidad! Solamente basta que todos los días nos propongamos, “a fuerza de alma”, descubrir las respuestas que nos tiene preparada nuestra personalísima  “piedra filosofal”.

Ciertamente no existen “fórmulas” para vivir con el alma desbordada, pero podemos preguntarle a la vida sobre sí misma para descubrir mejores caminos. Podemos hacernos de valor para vivir cada día con total abundancia, para comprender que lo que hoy hacemos, en esta temporalidad, sencillamente lo hacemos para siempre, lo hacemos eterno. 
Sería bueno darle gracias a la existencia por el don mismo de vivir; sería bueno empezar a “recoger” el día… los sabores y sinsabores de este único día; sería bueno “darnos cuenta” que respiramos, que somos, en muchos sentidos, “pequeños seres omnipotentes”, personas con la posibilidad de encontrar nuestra piedra filosofal personal.

Es bueno saber que es viviendo intensamente, generosamente, como recién estrenados, como se vive auténticamente. Creo que, al estilo de Martín Descalzo, somos alquimistas de nuestra personal existencia: algunos la transforman en oro, mientras otros simplemente en plomo o cobre. 

Mucho depende de lo que buscamos, pero también de la manera en que emprendemos esa búsqueda: ese recorrido que debería partir de nuestro propio ser, espacio en el cual reside el sentido de la vida y la felicidad. Espacio en donde se encuentra la piedra filosofal.  

Programa Emprendedor 
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