La paz en medio de la pandemia

Usted está aquí

La paz en medio de la pandemia

Son muy severos los conflictos que está enfrentando el pueblo de México, se han multiplicado de tal manera que no se alcanza a ver si los que ya existían ahora están fuera de control y se le han sumado otros peores de reciente creación.

No es solamente lo que se llamó la “lucha contra crimen organizado”, que llegó para quedarse y hoy simplemente se le llama “problema de inseguridad”, es con lo que hay que convivir, sino con todas sus trágicas secuelas: secuestros, asaltos y robos, que han convertido el vivir en una experiencia cotidiana de terror y paranoia.

La violencia familiar, la agresividad conyugal y las demandas de divorcio se han multiplicado y se difunden por todos los medios y redes posibles; el deterioro educativo, los mediocres resultados de las instituciones educativas; el aumento de  los índices de la pobreza, el desempleo que supera los indicadores de empleo, el PIB que no solo no avanza sino que disminuye,  el empleo informal como último recurso para tener un ingreso para sobrevivir; y la multiplicación de la injusticia que lleva consigo la ingobernabilidad, porque no hay confianza ni en los jueces, ni en los guardianes del orden  público, ni mucho menos en los políticos y sus proyectos y propuestas... Todas estas y otras piezas que se pueden añadir componen el rompecabezas nacional de los problemas que nos tienen no solamente agobiados, sino sin poder imaginar un escenario ligeramente optimista.

La paz del país, la paz de los ciudadanos, la paz de las familias, está tan dañada que desde hace décadas ha sido lentamente marginada por la angustia de los problemas y ha sido secuestrada por las pretensiones egoístas, partidistas, individualistas y codiciosas que siempre han existido en el corazón del hombre, pero ahora ejercen una dictadura implacable que deteriora las fuentes de la paz: el sentido de comunidad y del bien común, la comprensión e integración de las diferencias y la tolerancia a la frustración de las necesidades propias para mantener relaciones cordiales con los demás.

En este panorama de la paz personal y social que vive un proceso de extinción, nos salta a la vista un factor esencial: no hay quién construya la paz. Son escasos los agentes de la paz familiar y social. Es  muy difícil que la paz tenga importancia y predomine en la sociedad si no hay agentes que tengan la actitud de su construcción y mantenimiento.

Hay agentes que la recitan en sus oraciones para lograrla de manera pasiva; padres de familia que no descubren que la paz es el ingrediente esencial que tienen que construir en su corazón y en su familia, y se tranquilizan con delegarla al maestro (que ahora es  virtual) para que la enseñe o a algún milagro mágico para que la restablezca. La construcción de la paz ha sido sustituida por la animadversión y la lucha política revestidas de triunfo democrático, en realidad es una lucha por el poder, pero no “del pueblo y para el pueblo”. Una  guerra que divide trágicamente la unión y solidaridad del pueblo. Hoy más que nunca México requiere de una cultura de cuidado y ayuda mutua en la salud, la educación y la economía en cada familiar y en cada ciudadano, porque la cultura política prefiere ser de adversarios que condenan que de líderes comprometidos con la unión y la paz.

Ciertamente las soluciones inmediatas deben dirigirse a sobrevivir en la salud, en mantener el proceso educativo condicionado por el cuidado para no contagiarse y sobrevivir económicamente mediante una administración pública efectiva que multiplique el empleo, la productividad y la inversión. Sin embargo estas soluciones requieren el cambio personal de una actitud beligerante y agresiva que predomina en nuestra sociedad, (al poner el énfasis en  las criticas desigualdades que son innegables), a una actitud de solidaridad humana, de  generosidad en la desgracia, del cuidado del conciudadano. Es decir, hay que dejar a un lado  la defensividad que vuelve enemigo a  lo diferente, y ser agente responsable de la paz personal, familiar y comunitaria mediante el diálogo transparente y la búsqueda de acuerdos bilaterales.

Usted “pensará que estoy soñando”, como cantó John Lennon, pero los otros caminos llevan al abismo.