La patraña del ‘tapadismo’ estilo T4

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La patraña del ‘tapadismo’ estilo T4

Uno de los “rituales” tradicionales del régimen priista fue largamente el “tapadismo”. La idea era jugar con la expectativa de la ciudadanía respecto de quién sería el sucesor del emperador en turno. Todo mundo tenía una certeza: el único capaz de desvelar el misterio era el Presidente.

Durante la época de la “dictadura perfecta” –Vargas Llosa dixit– el “tapado” fue un deporte nacional. Quienes “competían” en el juego eran, por regla general, integrantes del gabinete presidencial, pero con ventaja para quien ocupaba la cartera de Gobernación.

En las últimas semanas el presidente (con minúscula) López Obrador, fiel a su origen priista, ha intentado revivir el juego del “tapado” adelantando de forma inédita el proceso de la sucesión presidencial.

Varias diferencias hay ahora con respecto a los antecesores a quienes nuestro Perseo de Pantano pretende imitar:

En primer lugar, el tiempo. En el manual del priismo en el cual se formó el Iluminado de Macuspana, el presidente en turno no inauguraba la temporada de caza sino después de su quinto informe de gobierno, pues la idea era ejercer el poder a plenitud hasta el último minuto.

Hoy, cuando no se han cumplido siquiera tres años (de manera formal), de este gobierno sorprende la prisa de la transformación de cuarta por poner a competir a quienes podrían suceder a quien hoy ostenta la titularidad del Poder Ejecutivo Federal.

En segundo lugar está el hecho de soltar nombres de forma aleatoria –de forma random, dirían los chavos de hoy– como si cualquiera tuviera realmente posibilidades de convertirse en el –o la– abanderado de Morena y sus aliados para competir en la elección de 2024.

Este hecho llama la atención, sobre todo, porque en un primer momento López Obrador excluyó –de forma intencional, desde luego– a quienes no forman parte de su círculo cercano, de sus afectos personales. Ricardo Monreal de forma evidente.

Un tercer elemento diferenciador es la clara intención de proteger a quien todo mundo identifica como su favorita: la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, quien se encuentra “tocada” por el estrepitoso fracaso registrado en la elección del pasado 6 de junio, cuando la oposición le arrebató a Morena más de la mitad de las alcaldías de la capital.

Poseedor, sin duda, de un olfato político envidiable, el sumo pontífice de la T4 intenta con el adelanto de los tiempos proteger a quien espera ungir como su sucesora dentro de dos años, propiciando de paso el debilitamiento de quienes pueden –y quieren– arrebatarle la nominación.

La verdad, pura y dura, es sólo una: es irrelevante la discusión en este momento de quién puede suceder al actual mandatario. Se trata apenas del enésimo intento de “ya saben quién” por distraer la atención del respetable y poner a todo mundo a discutir sobre temas intrascendentes.

Y es irrelevante, entre otras cosas, por un hecho puntual registrado de forma sistemática en las últimas cinco sucesiones presidenciales: el presidente de turno ha sido incapaz de garantizar el acceso de su “favorito” a la Silla del Águila.

El preferido de Salinas no era Zedillo; el de Zedillo no era Fox; el de Fox no era Calderón; el de Calderón no era Peña Nieto y el de este último ciertamente no era López Obrador.

El señalamiento anterior, por cierto, no impide considerar el triunfo de Morena en las elecciones de 2024. Salinas le entregó el poder a un priista y Fox a un panista. De hecho, al menos hasta ahora, la oposición ha ligado al menos un par de mandatos en el poder presidencial y bien podría ocurrir nuevamente.

El punto es otro: a diferencia de los tiempos de la “Presidencia Imperial”, como bautizó Enrique Krauze al período hegemónico del PRI, quien porta la banda presidencial ha perdido, en los últimos 30 años, la posibilidad de imponer a quien desea le sustituya en el mando.

Podemos descontar, desde luego, el caso de Salinas, pues a diferencia de todos sus sucesores –hasta ahora– fue una tragedia el obstáculo para lograr el arribo de su favorito a la silla presidencial. Fuera de ello, la regla se ha cumplido con precisión milimétrica.

Por lo demás, un hecho está a la vista de todo mundo: el canibalismo al interior de Morena constituye la característica más evidente de ese partido y ello sin duda implicará la recreación de una auténtica carnicería doméstica de aquí al momento en el cual deban designar a su candidato o candidata.

No necesariamente eso los llevará a la derrota electoral, pero seguramente va a convertirse en un factor relevante llegado el momento. Por lo pronto, quienes desde dentro y desde fuera atestiguan el espectáculo harán bien en no entregarse a la idea de estar ante una nueva era del “tapadismo”, pues hoy resulta imposible recrear ese ritual arcaico del rancio priismo.

Aunque haya muchos a quienes les resulte atractivo el jueguito.

¡Feliz fin de semana!

@sibaja3

carredodondo@vanguardia.com.mx