La pandemia que obligó a vivir de otra manera

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La pandemia que obligó a vivir de otra manera

La pandemia ha hecho definir actividades y potenciado actitudes.

La vida como la conocíamos cambió de manera radical y una parte importante de la esencia que tiene el ser humano le fue arrancada. Hechos a la convivencia social, al encuentro, a la necesidad de socializar, la humanidad de golpe hubo de encontrarse con nuevas formas de estar. Muchas cosas cambiaron para bien. Y, en otros casos, se vinieron abajo.

En el ámbito de la educación, obligó a adelantar el proceso del avance digital a las instituciones. Había ya algunos centros de educación, principalmente superior, que ya tenían establecidos estos procesos, sin embargo ni lo eran en su totalidad, y tampoco era un asunto que ocupara al mundo entero.

La crisis generada por la aparición de la inédita enfermedad obligó a la humanidad a rediseñar sus métodos de trabajo a través de las plataformas digitales, lo que en una parte fue positivo, a fin de entrar en las dinámicas globalizadoras que facilitan la convivencia y el trabajo a distancia de población a población, de nación a nación.

De ello, las sombras se vieron colocadas sobre quienes carecen de los dispositivos; de quienes no tienen acceso a Internet; de quienes las condiciones en el hogar les son adversas para que el aprendizaje pueda llegar a ser el más completo e ideal. De las situaciones de estrés a que son sometidos tanto maestros como estudiantes para llegar a niveles de cierto grado de aceptación.

Sobre esto último, las informaciones periodísticas y las redes sociales han documentado cómo se han visto afectados por ello tanto los maestros como los alumnos y luego de las correspondientes grabaciones de las sesiones en vivo, el público ha sido casi casi testigo de comportamientos que no van acordes con el respeto, la tolerancia y la empatía.

En México, hubo de ser necesario, para lograr el mayor alcance posible de estudiantes, de utilizar la televisión como un medio para el aprendizaje.

Hoy los niños, adolescentes y jóvenes viven, junto a sus maestros, una etapa inédita en el tema de la enseñanza cuyas lecciones tendrán que ser valoradas a fin de sacar el mejor provecho de estas experiencias.

La pandemia también cimbró la vida en el ámbito social. Los festejos, los aniversarios, las graduaciones, ahora también en línea, las familias o los interesados se conectan mediante plataformas como Zoom, para organizar una convivencia digital o con caravanas de autos, haciendo entrega de regalos a los festejados en una primera paso por la casa, y recibiendo a cambio una bolsa de dulces en una segunda vuelta.

“¿Te molesta el cubrebocas?”, pregunto a un joven de 14 años al que veo que no se lo ha retirado durante un rato que pareciera prolongado. “No, ya me acostumbré. La primera semana no podía respirar. Hoy ya puedo hasta olvidarme de que lo traigo”.

Es la nueva realidad y forma parte de una disciplina a la que habremos de acostumbrarnos. No será fácil, no lo es ahora para muchos, pero está ahí la esperanza de que esto fortalezca el carácter de una buena parte de la sociedad que obligadamente está aprendiendo a vivir de otra manera.

ESTEREOTIPOS

Los anuncios publicitarios, ya en posters, como los televisivos, para tratar de disuadir del uso de las drogas en nuestro país, muestran generalmente a jóvenes tatuados y de una condición social humilde. Para empezar, es de dudarse si con esos anuncios se disuada en realidad del consumo de las drogas, quizá sería mejor la difusión programada de contenidos culturales de mayor alcance una más adecuada estrategia.

Además, no es estereotipando como lograrán su propósito. Hay muchas personas que no cumplen con esos perfiles vistos en los anuncios y en la televisión que forman parte del horroroso mundo de las drogas, y a ellos también debe dirigirse el mensaje. No viéndose retratados pueden llegar a ilusionarse que su mundo no es el que ahí está retratado.