La pandemia neuronal

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La pandemia neuronal

En la sociedad actual es común escuchar que los jóvenes se levantan muy tarde, en especial, en vacaciones y fines de semana. Tal parece que el cansancio los invadió. Se la pasan horas y horas frente a los celulares, que les consume gran parte de su energía. Sobre esta problemática de principios del siglo XXI trata el libro “La sociedad del cansancio”, de Byung-Chul Han. Es un filósofo coreano, profesor en la Universidad de las Artes de Berlín.

Considero que nuestros hijos en este mundo globalizado deben  prepararse para vivir de una manera más nómada y “plástica”. Dos de mis hijos, Manuel y Gaby, andan de nómadas por el mundo. Manuel trabaja en la planta de John Deere en Torreón y con frecuencia viaja a diferentes países, entre ellos Brasil, Estados Unidos de América y China (en éste último vivió casi dos años, y ahí nació su hija.) Gaby vive en Shanghai pero tiene que viajar por América Latina y Europa con cierta regularidad: son nómadas. Los cambios locales en el entorno global imponen necesidades que los de mi generación no vivimos.

Las insólitas transformaciones sociales y los movimientos de población a gran escala están a la orden del día. Sin embargo, todos queremos arraigarnos a un modo de vida concreto, y tenemos todo el derecho a ello, pero la realidad actual es distinta. Los jóvenes transitan hacia una situación en la que se ven obligados a rehacer su modo de vida. Hace unos meses, mi hijo Manuel me invitó a cenar, en un momento me comentó de algo que necesitaba. Al siguiente día, le mandé mensaje como a las 10 de la mañana para decirle que pasara por lo que necesitaba. Me contestó que olvidó decirme que saldría temprano del País. En ese momento ya estaba en el aeropuerto de Houston.

En el mundo de hoy, como dice Slavoj Zizek: “se dan cuatro antagonismos: la inminente amenaza de la catástrofe ecológica, el fracaso cada vez más evidente de la propiedad privada para integrar en su funcionamiento la así llamada ‘propiedad intelectual’, las implicaciones socioéticas de los nuevos descubrimientos tecnocientíficos (sobre todo en el campo de la biogenética), y, no menos importante, y como se ha mencionado antes, las nuevas formas de apartheid, los nuevos muros y los nuevos suburbios”.

Sin embargo, hay una manifiesta indiferencia de muchos de  nosotros ante “lo que está pasando cotidianamente”, y en especial ante los desastres que afectan a la humanidad. Nos pasa el fenómeno de  “la rana hervida”, no percibimos los cambios que  suceden en nuestro entorno.

Aunque adquirimos cada vez menos objetos materiales, compramos cada vez más experiencias. Ya no compramos productos, sino que en última instancia, adquirimos nuestra propia vida. Compramos nuestra forma física al adquirir la membresía de un gimnasio; mercamos nuestra luminosidad y paz espiritual asistiendo a cursos de meditación trascendental y a clases de yoga; compramos la satisfactoria experiencia de nuestro compromiso ecológico consumiendo productos orgánicos. Como dice el multifacético artista español Luis Eduardo Aute en su canción “De paso”: “hacen del aire bandera, / pretexto inútil para respirar”.

En esta época somos etiquetados, definidos y excluidos por la colectividad de las redes sociales. Todos en cierta forma al difundir lo que nos llega por las redes sociales, tendemos a rechazar los valores culturales occidentales (igualitarismo, derechos fundamentales, estado de bienestar), con los que nos formaron, ahora que más los necesitamos, como arma contra la globalización capitalista. Parece que no nos damos cuenta que la verdadera amenaza  a nuestro modo de vida comunitario es la dinámica del capitalismo global: sólo en los EU, los últimos cambios económicos han contribuido más a destruir la vida comunitaria de las pequeñas ciudades.

En este contexto, Byung-Chul inicia su libro con lo siguiente: “Toda época tiene sus enfermedades emblemáticas. Así, existe una época bacterial que, sin embargo, toca a su fin con el descubrimiento de los antibióticos. (…) El comienzo del siglo XXI, desde un punto de vista patológico, no sería ni bacterial ni viral, sino neuronal. Las enfermedades neuronales como la depresión, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), el trastorno límite de la personalidad (TLP) o el síndrome de desgaste ocupacional (SDO) definen el panorama patológico de comienzos de este siglo”. 

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