La pandemia en la reflexión del cuidado del medio ambiente

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La pandemia en la reflexión del cuidado del medio ambiente

El cielo azul de esta tarde, intenso y vivificante, hace sentir la belleza de habitar esta ciudad, que así fue pintada por muchos y disfrutada en sus mejores días.

En este año tan difícil, Saltillo experimentó también posibilidades y oportunidades, muchas importantes en los parques, donde los animales que en ellos viven salieron a escudriñar más allá de sus refugios. Uno de ellos, la Ciudad Deportiva, a la que llenaron de resonancias y luz.

Es una llamada de atención digna de tomarse en cuenta, sin la presencia invasora, agresiva de aquellos para los que fueron ideados los lugares de recreación: los hombres, pero donde habitan de manera natural, en su hábitat, los animales.

Las tardes se poblaron, en la Deportiva, de patos en áreas por ellos nunca frecuentados. Caminaban y sobrevolaron por reverdecidos jardines y limpios senderos.

¿Qué nos dice ello? El comportamiento humano tiende en muchos sentidos a la solidaridad y la fraternidad. En estos meses nos hemos dado cuenta hasta dónde se estiran estas dos cualidades. Pero también hemos llegado a conocer del descuido, la invasión y la destrucción. Momento de preguntarnos qué tanto podemos mejorar, qué tanto nos hizo corregir este año y esta pandemia.

La actitud del regreso nunca deberá ser igual al del cercano pasado. Debe ir acompañado de una más grande responsabilidad y compromiso con el medio ambiente. Si así debiera ocurrir entre los mismos hombres, también es indispensable con el medio que habitamos.

Hora de pensar, de repensar en las cosas que como ciudadanos nos han hecho falta. La pandemia dio pretexto a las autoridades para hablar sobre alimentación y nutrición. Decidir colocar sellos uniformes etiquetando excesos en azúcar, sodio y grasas puede ser un primer paso para mejorar los hábitos alimenticios de los mexicanos. Pero más allá de eso esperaríamos estrategias firmes, puntualizando y focalizando los problemas.

Con respecto al tema del medio ambiente, de igual manera esperaremos que las decisiones de un mayor compromiso sean bien canalizadas. Uno de los pendientes en la agenda ambiental es la separación obligatoria de los residuos. En este momento de hacer cambios, es hora de poner en marcha disposiciones de este tipo para preservar a la naturaleza.

Estos tiempos de pandemia deben dejarnos fortalecidos y contribuir a mejorar el lugar que nos ha tocado habitar en la tierra.

“Nada por la fuerza. Todo por la razón y el derecho”.

La frase, escuchada mucho últimamente, apela a imaginar ideas de muy buena intención. Aparentemente quedan implícitos sentimientos de buena índole de quienes la pronuncian.

Pero a pesar de que intenta proclamar buena fe, en realidad tiene con qué confrontarse.

Si la acción de una persona ofende, lastima o viola los derechos humanos de otras, a esa persona sí es necesaria obligarla a un comportamiento adecuado. Si no fuere de esa manera, ¿para qué entonces la creación y aplicación de las leyes que han de limitar a la sociedad en sus actos violatorios de los derechos humanos?

La frase termina con “y el derecho”. Precisamente: hay que aplicar la fuerza que determine el derecho, que provenga de la ley, con respeto a los derechos humanos. Pongamos por ejemplo al conductor de un vehículo a quien intentamos convencer que no atraviese su auto si el semáforo está en rojo. Hay, además de este intento de convencimiento, un reglamento que se lo impide y una normatividad que lo castigue si no cumple con la disposición.

Aplica la obligatoriedad porque la decisión de no atender el señalamiento en rojo del semáforo puede ocasionar un accidente mortal.

Escudarse en una frase interpretada a modo es hasta criminal cuando delante de él hay quienes son capaces de violar las normas, violar el derecho, afectando a terceros.