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La paloma que trajo a Cristo

El hombre y el nombre.

Gran cosa es la curiosidad. De un lado puede llevar a escuchar atrás de las puertas; del otro puede llevar a descubrir América.

Curioso ha sido el hombre desde siempre. Pretendió primero saber dónde había estado el Paraíso Terrenal; asomarse tras las columnas de Hércules; visitar el Jardín de las Hespérides; buscar el Vellocinio de Oro y llegar al fin de la tierra en Finisterre. Después quiso encontrar Cipango y el Catay; verle la cara al Preste Juan; encontrar especias de todas las especies en las Indias y pisar las baldosas de oro y plata de la gran Quivira. Nunca se le agotó al hombre su curiosidad. Con el profesor Piccard bajó a los abismos abisales y con Tensing y Hillary subió a la cimera cima del Monte Everest “porque estaba ahí”. Llegó a la Luna, comprobó que no estaba hecha de queso, y se anda asomando ahora a Marte y los marcianos, poniéndose anillos de Saturno y haciéndole cosquillas a la majestad de Júpiter.

Curiosos todos los hombres. El señor de Mandeville se preguntó en el siglo trece qué pasaría si un hombre caminaba y caminaba sin parar nunca y sin cambiar de rumbo, yendo siempre en la misma dirección. ¿Acaso llegaría otra vez a su punto de partida al final de su larga peregrinación? Curioso Holbetius, que llenó de piedras una olla y luego de tomarla por el asa la hizo girar al extremo de su brazo con mucha rapidez. Si los gujarros no harían eso era prueba de que los hombres que estaban cabeza abajo en las Antípodas no necesariamente tenían que caer en el vacío. Y curioso, el más curioso de todos, don Cristóbal Colón, almirante del Mar Océano.

Bello hombre y bello nombre, pues Christóforo Colombo quiere decir algo así como “paloma que lleva a Cristo”, y él trajo a Cristo acá en sus tres carabelas de velas blancas como alas. Más grande aun que su leyenda de divino impaciente, de joyas empeñadas, de arpas y sombras ilusorias, Cristóbal Colón es héroe de muchas patrias y padre de un continente que no acabamos de estrenar todo todavía. Y sin embargo anda muy olvidado don Cristóbal, y ya nadie le hace estatuas, serio serio, con toda la redondez del mundo en una mano y en la otra el dedo índice apuntando, como en Barcelona, al viejo mar.

Ahora que con la Unión Europea ha vuelto a surgir la idea del “Panamericanismo”, debemos hacer memoria del hombre que multiplicó por dos el número del mundo. Verdad de Perogrullo es que el panamericanismo es cosa de América, y América empezó con el sueño de aquel empecinado que se equivocó hasta cuando creyó que había acertado, pero que dio a los hombres un sueño que aún soñamos: el de un mundo nuevo hermanado en una nueva humanidad.