A la orilla del viento

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A la orilla del viento

¿Los lectores nacen o se hacen? ¿Los lectores nacen o se forman, se educan? Infancia es destino. El axioma dice a la letra: infancia es destino. Lo anterior es de Julia Kristeva. Los psicólogos –lo comprueban– hablan de que los primeros años de vida de un niño son los que marcarán el resto de su existencia. Aquello que perciben, lo que los rodea, sus experiencias cotidianas son la semilla que habrá de florecer en su juventud y ya luego en su madurez. Un filósofo español, José Ortega y Gasset, ha dejado por escrito de manera económica y certera: “el hombre es él y sus circunstancias”.

El sabio español tiene razón: no podemos escindir al hombre de la vida privada con el hombre de la vida laboral o social. Una es consecuencia de las demás, estamos determinados entonces por el entorno que nos rodea, el cual influye definitivamente y para siempre en nuestro incierto futuro. El futuro, claro está, no existe, pero se construye día tras día. No es gratuito y sí demostrable que el aspecto sociocultural influye poderosamente en el desarrollo del niño y su potencial vida como adulto.

En sus memorias “Confieso que he vivido”, el escritor chileno Pablo Neruda –escritor de cabecera del joven abogado Gerardo Blanco– cuenta sobre su infancia: “Fui creciendo. Me comenzaron a interesar los libros. En las hazañas de Buffalo Bill, en los viajes de Salgari, se fue extendiendo mi espíritu por las regiones del sueño. Los primeros amores, los purísimos, se desarrollaban en cartas enviadas a Blanca Wilson…” Hago hincapié en una frase: “se fue extendiendo mi espíritu por las regiones del sueño”, la manera poética en que lo dice hace palidecer a una mente sensible. La lectura dio al infante la posibilidad de habitar un mundo mejor que éste, un mundo que lo llevaría a ganar el Premio Nobel.

Pablo Neruda (1904-1973), todo mundo lo sabe, luego deambularía entre la poesía comprometida, de corte proletario, donde surgiría un libro imponente, una de las más grandes epopeyas líricas en la que el poeta chileno, exiliado la mayor parte del tiempo, denunciaría a los traidores de América. Así surgieron los versos de su “Canto General”, publicado por primera vez en 1950. Para nuestros fines nos interesa un poema, el titulado “Las tierras y los hombres” en el que se lee: “Entre los cercos el estambre/ Del ser humano fue ahogado,/ El niño fue enterrado vivo,/ Se le negó el pan y la letra,/ Se le marcó como inquilino,/ Se le condenó a los corrales./ Pobre peón infortunado/ Entre las zarzas, amarrado/ A la no existencia, a la sombra/ A las praderas salvajes/ Sin libro fuiste carne inerme,/ Y luego insensato esqueleto”.

Esquina-bajan

El poeta Pablo Neruda tiene razón: sin libros somos “carne inerme”. Así de sencillo y devastador. La lectura entonces posibilita el despertar de una conciencia dormida que vamos adquiriendo, una conciencia que poco a poco va ganando en formación, en valores y en vida cotidiana. Veámoslo a vuela pluma: los famosos valores no son hereditarios, no los traemos consigo; los adquirimos con el paso de los días, de las lecturas y de nuestro entorno sociocultural. De aquí entonces que resulta de primer orden que la formación cultural adquirida a temprana edad se va a manifestar a la menor provocación posible.

Por ello, es agradecible un proyecto de la editorial Fondo de Cultura Económica, que arriba a sus primeros 25 años de vida, la colección de libros para niños y jóvenes (caray, muchos de estos libros, realmente para adultos) “A la orilla del viento”. Esta colección ya se afianzó en el gusto de los lectores latinoamericanos por varios motivos: lejos de clasificar sus colecciones por edades, como suele hacerlo todo mundo e incluso se practica en la escuela, el FCE deletreó que sus libros eran para cuatro estratos: para los que están aprendiendo a leer, para los empiezan a leer, para los que leen bien y para los grandes lectores.

Han sido un éxito. Se antepuso el fomento y pasión por la lectura, a la comercialización y grandes ventas, prácticas frecuentes en las editoriales privadas. El catálogo del FCE en su ya muy gustada colección de la “A la orilla del viento” es amplio y hay para todos gustos y lectores. Figuran los mejores escritores e ilustradores de libros para jóvenes y niños, no sólo mexicanos, sino latinoamericanos y aun de todo el mundo: Ludwig Askenazy, Rafael Barajas, Anthony Horowitz, Francisco Hinojosa, Hug Scott, Elizabeth Shaw, Anthony Browne, Roger Ycaza…

Letras minúsculas

“A la orilla del viento” es una colección a la altura de las mejores en el mundo y está enfocada a ese estrato que deletreamos y vemos como “el futuro de México”, los niños y jóvenes.