La nueva luna
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La nueva luna
Los nubarrones no nos deben ocultar la manifestación de la luna llena de esperanza. Ni los análisis mediáticos de editorialistas, de los analistas políticos, de los pronósticos económicos ni de las consecuencias para las elecciones del 18 deben diluir la “manifestación” de la conciencia ciudadana de los coahuilenses.
Esa “manifestación” del martes pasado fue una luna llena que brilló con todo su esplendor en la noche obscura, tenebrosa, hiriente y frustrante de la política que padecemos. La política de los políticos que han ignorado a los ciudadanos, los han marginado y explotado, y solamente los toman en cuenta como meros votos anónimos, sin alma, ni valores, ni necesidades; como ladrillos para construir sus mansiones, como monedas para construir sus riquezas, como robots para mantener su poder político (“voto duro” lo llaman).
Fue una “manifestación” espontánea, convocada del lunes para el martes,
con todos los pronósticos en contra y sin ningún antecedente semejante. Sin camiones para facilitar el acarreo, ni discretas y amenazantes listas de asistencia para “palomear” a los que no “colaboran”. No fueron unos cuantos centenares meramente simbólicos, fuero miles y miles de ciudadanos de todas las edades, géneros y clases económicas que caminaron no sólo en Saltillo, sino en Torreón, Monclova y otros lugares del estado. Brilló una luna llena de manifestantes dueños de su libertad ¿Por qué acudieron tantos en tan poco tiempo?
Porque fue la manifestación de la conciencia ciudadana. Los políticos habían manejado durante décadas a un pueblo sumiso, reprimido y temeroso; creían que ya no tenía conciencia. Un pueblo que se quejaba y maldecía a los corruptos que los dejaban sin medicinas, maestros, policías y pensiones. Sólo promesas que se diluían año tras año en medio de una verborrea mediática que intentaba convencer de un alucinante paraíso coahuilense. Y de repente despertó su conciencia ciudadana y se dio cuenta de que todo era mentira y que su escuela, su hospital y su futuro eran miserables.
Se dio cuenta de que era un ciudadano, no porque lo inscribieron en el Registro Civil, sino porque con su trabajo y sus impuestos mantenía la mentira, el fraude, las “empresas fantasmas”, los partidos políticos y demás “servidores” gubernamentales… y se dio cuenta de que su pasividad, su silencio y su humillante complacencia ciudadana eran indignos, dolorosos, cobardes.
Y sintió vergüenza, y la convocatoria a la acción colectiva hizo explotar la dignidad de su conciencia ciudadana. Y se puso de pie. Dejó a un lado las excusas (¿de qué sirve?, no pasa nada, son unos sinvergüenzas corruptos) con las que se sostiene todo régimen de corrupción… y salió a caminar y a manifestar su conciencia de persona libre y responsable de su ciudad y su futuro.
Esta nueva luna que manifiesta la conciencia de la dignidad ciudadana es un indicador de un cambio de costumbres ciudadanas. Ahora los ciudadanos saben que cuentan con otros miles en el estado y en la Nación que también caminan sin pararse, que las calles y las plazas son espacios para exigir y generar cambios hacia la verdad y la justicia, para denunciar las mentiras y los fraudes que sufren sus hijos y sus bolsillos.
Han tomado conciencia de su “dignidad colectiva ciudadana” que no se renta, ni se esconde, ni se olvida, aunque los nubarrones distraigan y amenacen esa luna nueva de resurrección humana y personal.