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La nigropetense que estremeció a México
Marisela Escobedo Ortíz nació en Piedras Negras, estudió enfermería y contrajo matrimonio. Al paso del tiempo se mudó a Ciudad Juárez, donde procreó cinco hijos, entre ellos, Rubí Marisol Fraye Escobedo, que fue asesinada por su marido.
Era una familia de trabajo, lejos de todo privilegio. Rubí contrajo matrimonio con su futuro asesino, Sergio Rafael Barraza Bocanegra. No puede decirse que Sergio tuviera influencias en el Gobierno que lo protegieran y auspiciaran su impunidad.
El asesinato de Rubí causó gran indignación. Corrían los años de la guerra contra el crimen organizado. Los hechos sucedieron entre agosto de 2008 y diciembre de 2010. Gobernaban Felipe Calderón y en Chihuahua César Duarte. El brutal asesinato de Rubí y la lucha de su madre captaron el interés de Netflix que decidió realizar un documental y colocarlo en sus principales recomendaciones. Espero que pronto pueda verse en México.
Reitero, el asesino confeso no gozaba de influencias, no necesitamos achacar la impunidad del asesinato a la corrupción o al compadrazgo. El patriarcado basta y sobra para explicarla, ayudado por la ineptitud cómplice de las instituciones de seguridad y justicia penal. Marisela, madre de Rubí, acopió su coraje de madre y lo hizo valer con ese valor ciudadano que vemos tan poco en México. Hizo el trabajo que debieron realizar la policía y el Ministerio Público, investigó a fondo, mientras las autoridades la ignoraban, como suelen hacer en la mayoría de los casos.
Protestó, denunció, exigió, desarrolló acciones directas de investigación y persecución, hasta que logró la captura del asesino. Durante el juicio, Marisela caminó todos los días desde su casa hasta el juzgado para visibilizar su protesta. El asesino confesó su crimen y en su declaración final, pidió perdón a Marisela. Obviamente, México entero esperaba la condena del asesino. No obstante, la sentencia fue absolutoria. Marisela, y con ella miles de luchadores sociales, no podían creerlo. El propio asesino de Rubí no podía creer que quedaba en libertad. En México apenas comenzaban los juicios orales, se dice que el novedoso sistema no gustaba a los jueces y quisieron ponerlo en evidencia.
El asesino huyó, pero Marisela no se dio por vencida, recorrió el País hasta la Ciudad de México. Tocó mil puertas pidiendo audiencia en las oficinas de Gobierno, marchó sobre Reforma, para visibilizar su lucha. Apeló el caso y consiguió que la injusta sentencia se revirtiera. Se emitió nueva orden de captura, la cuestión era localizar al asesino.
Marisela recibió información que la llevó a Zacatecas donde podría estar escondido el asesino. Repartió volantes caseros a lo largo y ancho del País. Poco a poco se sumaron personas y grupos a la búsqueda, hermanados por un mismo dolor. Mientras pegaba carteles en los postes de Fresnillo, una persona conoció al asesino que para entonces vivía con otra pareja y formaba parte del crimen organizado.
Nada bastó para amedrentar a Marisela, regresó a su labor de investigación, habló a la policía, explicó el caso y pidió que lo apresaran. Se trataba de un caso reportado, solicitado y que, de no ser por esa madre que buscaba justicia, jamás habría sido considerado. El asesino parecía estar en sus últimas, pero escapó. ¿Falta de entrenamiento de los policías o machismo cómplice?
Frustrada, Marisela regresó a Chihuahua, acampó frente al Palacio de Gobierno. Tanto el Gobernador como el sistema de justicia chihuahuense sentían la presión de la prensa nacional e internacional. En la noche del 16 de Diciembre de 2010, Marisela recogió su tienda de campaña, se le acercó un sujeto, Marisela trató de correr hacia el Palacio de Gobierno, cayó asesinada en la banqueta.
Después de buscar justicia para su hija, ella misma terminó asesinada.
El asesino prófugo de Rubí murió dentro de la “lógica” del crimen organizado. Nunca se logró la anhelada justicia ni para Rubí ni para Marisela, su madre. Entiendo que el caso llegó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos. En México está cerrado, “muerto el perro se acabó la rabia” dice la “justicia”.
No hay final feliz, no hay más que contar, sólo es otra historia de una mujer valiente que captó el interés de la plataforma de películas más importante de nuestra era. Es la historia de una madre que salió de Piedras Negras, a la que le mataron una hija y dos años después resultó asesinada. Que la rabia no nuble nuestra mente ni confunda nuestro corazón, frente a este gran ejemplo de valentía, coraje y amor de madre.
@chuyramirezr
Jesús Ramírez Rangel
Regresando a las Fuentes